27. El toque.

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Margot Rousseau.

Mis ojos solo están fijos sobre el piso en el que camino, mis oídos no captan ningún ruido y mis sentidos están apagados. Sé muy bien que ahora mismo debería de verme como un cuerpo sin vida caminando, como si fuera un simple zombie. Y no me importaba menos, no me importaba como parecía, porque a la final eso era, un zombie deambulando, un cuerpo sin emoción.

Las palabras de aquella mujer rodeaban mi mente, no paraba de escucharlas ¿Por qué Amelia nunca me dijo? ¿Por qué nunca me contó el suceso?

— Deja que me encargue, buscaré más información sobre eso, mi tío es policía, tal vez el pueda encontrar algo— Marcela decía a mi lado.

No respondí, pero eso sería bueno. Mi garganta se encontraba seca y no tenía fuerza para responder.

Nos allegamos hacia mi habitación y abrí la puerta sin encontrar a Rebeka adentro. Mis ojos dolían y mi cabeza retumbaba, mis párpados estaban pesados y desde que nos habíamos ido de esa casa mis ojos se encontraban húmedos. Me senté en la cama mirando hacia la nada, todo se sentía tan vacío, tan cruelmente triste.

— ¿Deseas que me quede?— el tono preocupado de Marcela era evidente.

Negué con la cabeza, solo quería estar sola.

No vi en que momento se marchó solo lo supe cuando escuché la puerta cerrarse. Mi labio inferior empezó a temblar y mi respiración volvió agitarse, las lágrimas volvieron a deslizarse, imágenes inexistentes de la caída se asomaban en mi mente, la mente es la peor enemiga de uno y en estos momentos estaba siendo la mejor de todas.

Me acosté cuando el llanto se volvió irreversible, cada latido que mi corazón daba era doloroso y tuve que colocar la almohada encima de mi cara para ocultar mis sollozos y quejidos.

— ¿Margot?— suspiré cuando la voz de Rebeka retumbó en todo el lugar. Parecía agitada como si hubiera corrido.

Se acercó con rapidez y sentí su presencia frente a mi.

— Mar, estoy aquí. Marcela me comentó lo que pasó— sentí su toque en mi hombro pero me aparté, en este preciso no podía tolerar con nada ni nadie, me sentía muy lastimada, necesitaba mi espacio y era lo que menos tenía.

— Vete— me quité la almohada y le pedí.

— Margot, necesitas a alguien, estoy aquí— su mirada estaba llena de pena y preocupación.

— Rebeka, vete. No necesito a nadie, no quiero a nadie, solo necesito mi jodido espacio. Largo.

Declaré entrecortadamente, luego de escupir esas palabras me sentí culpable, ella no merecía que la tratara así. Rebeka asintió comprensiva, se levantó y antes de irse se dio vuelta.

— Entiendo que estés así, cualquier cosa que necesites estaré con las chicas en el jardín.

Me senté y descansé mi rostro entre mis rodillas. Realmente no sabía cómo lidiar con todo esto. Por ahora sabía como sucedió el accidente, necesitaba ahora como el respirar saber dónde estaban enterrados y eso solo lo sabía una persona, o tal vez si le pedía ayuda a Marcela ella podría investigar.

Unos toques a la puerta sonaron, seguramente Rebeka esta vez tocaba para darme mi espacio pero aún así me levante de mala gana a abrir.

— Que te...— callé cuando vi a Eva frente a mi, quien tenía una sonrisa abierta en su rostro pero al detallarme se le borró inmediatamente.

— ¿Margot, estás bien? — dio un paso para acercarse a mi, pero me alejé inmediatamente.

— ¿Que haces aquí? Si es por el trabajo, no puedo ahora con eso, así que...

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