30. Arte.

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— Cada vez que sonríes como tonta, me lamento un poco más— habló Rebeka— ¿Cuando tendré mi amor adolescente?

— Ya no eres una adolescente.

— Apenas cumplí los dieciocho. Silencio. No es concebible que tú con un año menor, ya hayas encontrado a alguien ¿Que tragedia estoy pagando?— se tiró dramáticamente a su cama.

Margot sonrió mostrando su perfecta y blanca dentadura. La castaña se sentía en las nubes y no sabía como esconderlo, las emociones se dispersaban por todo su cuerpo y era inevitable no demostrarlo. Era la primera vez después de tanto tiempo que la felicidad en su corazón perduraba.

— ¿Me acompañarás?— preguntó Rebeka, viéndola con súplica.

— No. Todo saldrá bien.

Rebeka desde que se enteró de que sus padres la irían a ver estaba más que nerviosa, tenía meses sin verlos y ya le había suplicado algunas veces a Margot que la acompañara, con su compañía sus padres no la detonarían con preguntas y reclamos.

De repente un tono de llamada hizo eco en la habitación. Margot se estiró hacia el escritorio y tomó el celular entre sus manos.

— Es Thomas— dijo antes de contestar.

— ¿Dónde se supone que estás?— su amigo preguntó sin saludar.

— En la habitación ¿Por qué?

— ¿Tú, en tu habitación cuando hay un sol radiante este día?

— Lo veo— observó a través de la ventana.

— Bueno, ahora baja y míralo conmigo, estoy esperando como un tarado frente a la puerta de la academia.

— Oh— rió—. Voy.

— ¿Que dijo?— Rebeka le preguntó al colgar.

— Está abajo ¿Vamos?

Rebeka frunció sus labios y dudó por unos segundos, y acto seguido negó con la cabeza.

— Tengo que estudiar para un examen. Si voy con ustedes no lo haré, además tengo que esperar la llamada de mis padres.

— Suerte— bajó de su cama, guardó el celular entre los bolsillos de su abrigo y abrazó a Rebeka antes de irse.

Los pasillos se encontraban solos pero con esa frescura característica que tenía. La primera vez que pisó este lugar a primera vista le pareció tenebroso por el radiante lujo que la rodeaba, pero ahora después de algunos meses por fin había encontrado un lugar en el cual podía estar cómoda.

— Me estaba haciendo viejo esperando— se quejó Thomas a la vez que hacía una mueca de impaciencia, cuando Margot abrió la puerta.

— Que molesto eres— lo dejó pasar.

— Nunca me acostumbraré a lo grande que es este lugar ¿No debería de haber alguien al pendiente de la puerta?

— Por lo general si lo hay, pero es domingo, por lo tanto hay chicas que desean salir al jardín principal o a veces se les concede el permiso de salir del internado.

— ¿Por qué con las chicas son mas estrictas?— el castaño parecía irritado—. No digo que con nosotros no lo sean, pero no hay tantas reglas y menos permisos de salida o de entrada.

Margot se encogió de hombros, era la primera vez que estaba dentro de un internado, no sabía si eso era normal en todos lados pero hasta ese momento los permisos, las reglas nunca han sido un dolor de cabeza para ella. Fue educada para seguir las normas, eso es lo que menos se le dificultaba.

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