Capítulo 4: Vamos al reino de la música

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Los cristales de los edificios de la escuela reflejan la luz del amanecer. Los alumnos andan de acá para allá con el murmullo de sus voces. Es clase libre.
Anina se sienta en en una banca del patio. Pone su bolso en sus piernas.

¿Qué es lo que pasa? ¿Y si el ataque del otro día...?

Las dudas no paran. Le ha dado mil vueltas en su cabeza sin encontrar una razón.

– Anina – sus amigos se aproximan. Daisy se sienta a su lado – ¿Qué piensas?

– En los diamantes.

Lo traía en su collar igual su amiga. Marco y Luis en una pulsera. Bueno fue lo que se les ocurrió por ahora.

– Saben, el ataque de la otra vez tal vez tenga que ver con el peligro que hay. Debemos averiguarlo.

– En primer lugar, ¿por qué? y ¿quién? – cuestiona Marco.

– Y, ¿qué tienen que ver nuestros padres en esto? Nunca me platicaron sobre estos diamantes.

– Las respuestas pueden estar en el castillo – dice seguro Luis.

– Andando – se levanta.

Debe encontrar la razón, o razones.

***

– ¿Hay algo? – pregunta mientras ve que tratan de hallar la función de cada botón.

– No. Para ser sincero están difíciles estos controles. Es una computadora avanzada – presiona un botón azul con el dibujo de una especie de barco, algo similar. Una compuerta se habré al otro lado.

– ¿Vemos a dónde llevará?

Marco no duda. Toman la delantera por el oscuro túnel.

Encontraron un transporte ovalado con un barandal que subía en espiral hasta una cubierta arriba. Blanco con una puerta de hierro. Pequeña a la vista pero en su interior era toda una nave para una flota.

– ¡Martillos! Que vehículo – Luis sale para mirar por los alrededores.

– Hay una inscripción aquí – descubre Daisy –. Se llama "El Viajero".

Recibe una llamada.

– ¿Sí? Abuelo.

– Necesito que vayas al reino de la Música. La princesa Elena te quiere conocer.

– Claro. Solo una pregunta...

– ¿Cuál?

Duda un momento. Por cuatro años ha estado al pendiente de ellas siempre preocupándose por su bienestar. ¿Y si se entera de lo que encontraron? ¿Podrá seguir yendo a la escuela? No, no podía dejar que le volviera a restringir salir. Y, no era por ella sino que necesitaba saber que es lo que pasa y sobre sus padres.

– ¿Hay que ir... Ahora?

– Sí. ¿No están ocupados?

– No, claro que no, abuelo.

– Bien. ¡Ah! Y se han precavidas. Nadie debe saber que son de la realeza a excepción de los gobernadores de los otros reinos.

Mientras todavía estaba hablando, los dos primos inspeccionan cada centímetro de la pista de aterrizaje. Luis chica con una especie de prima rectangular de cristal que apenas se veía. Unos hologramas con controles aparecen y el techo se abre elevándose la plataforma.

– ¡Flores! ¿Qué pasó?

– Lo siento. Me tropecé.

– Estamos en los límites de los jardines – Anina cuelga la llamada – Espero mi abuelo no lo haya notado.

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