Capítulo 30: Tu familia son a los que amas

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Se dice que el tiempo sana las heridas, o bueno eso he escuchado. Cada quien tiene algo en su pasado que lo lastimó. Dejando una herida en tu interior, tus recuerdos y tu alma.

En mi caso el creer que no tenía familia, estar en un mundo extraño y el odio de mi hermano pero con los años se solucionó todo, o eso creí. Un día los perdí aunque sé que aún hay mucho que tengo por descubrir.

Sale con sus amigos de entre el montón de alumnos de la escuela. Tienen toda la tarde libre ya que no les dejaron tarea.

– Ok, ¿qué quieren hacer? – pregunta Marco estirando los brazos y colocandolos detrás del cuello – Ya hemos combatido monstruos y robots, ¿no quisieran divertirse?

– Yo sí – Luis afirma feliz – Creo que deberíamos hacerlo.

– Podemos ir al cine o al parque – sugiere Daisy con una sonrisa – o, ¿tú que piensas Anina?

– ¿Qué? Perdón – intrigada entre sus pensamientos, reacciona – Ustedes vayan. Los alcanzo después. Tengo que ir al castillo.

La ven alejarse a paso veloz.

– Le pasa algo, ¿verdad? – pregunta Marco preocupado. La ha visto así toda la mañana.

– Sí – le responde Daisy – No es la primera vez que le pasa. Hay veces en las se deprime por su familia. Además, se siente responsable de lo que sucede.

– Nos han contado que ustedes estuvieron en la Tierra pero sin sus padres. Eso suena duro – dice Luis.

– Y, pues... Le ha afectado mucho.

En uno de los jardines donde antes convivía con su familia. El césped verde a la altura de la rodilla con escasos árboles de hojas ámbar. Con flores pequeñas de diversos colores de tallo alto.

Para ella, desde que se levantó en la mañana y abrió su diario saliéndose de este un dibujo que hizo para sus padres. Ella, su hermano y sus papás y al lado había una casita. Sí, era sencillo pero lo importante no es su aspecto sino su significado. Lo recoge atesorando esos momentos. Recordar el cariño que le dieron aunque fue corto el tiempo lo valora de corazón.

El corazón triste con una ruptura que es cubierto por una pequeña bandita que sostiene como puede ambas partes con esfuerzo, a veces... Te hace caer, de nuevo. Muchos se dejan llevar y ahogar por la corriente. Sus emociones los ahogan al punto en pensar que son...

– ¿Cómo te sientes Anina? – le pregunta Pinky saliendo de su bolso.

– No lo sé. Creí que ya lo había superado – lágrimas salen de sus ojos. Se frota secandolas poniendo un esfuerzo de voluntad – Debo... Proteger mi reino como princesa heredera.

No quería ceder a la debilidad de sus emociones. Permitir que la hagan caer. Sin embargo, sabe que ha perdido está batalla.

Oye los pasos de sus amigos.

– ¿Te sientes bien? – pregunta Daisy abrazándola – A nosotros también nos duele. Y, nos preocupas.

– Lo sé – abraza con fuerza a su amiga.

– Puedes confiar en nosotros – le afirma Marco.

– Gracias – sonríe secándose lo que sobraba de lágrimas – Ustedes son muy buenos amigos.

Apenas pasan la puerta y ya estaban tía Cherry y Ed esperándolos. Se sientan y hablan con ellos.

– Chicos, – toma palabra Cherry – es duro a veces lo que se vive.

– Exacto – continúa Ed – pero recuerden que no están solos. Siempre habrá alguien que los ayude cuando lo necesiten.

– Es cierto –confirman sus minibots saliendo de sus escondites.

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