Capítulo 2: Los reencuentros

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Observa desde uno de los balcones del castillo. Bajando la colina y cruzando el pequeño arroyo, se encontraba la ciudad. La curiosidad que ha sentido por conocer sigue existiendo desde el día en que regresó.

Solo tiene el recuerdo de ese día que comenzó feliz hasta la tragedia. Cuando su vida se componía tuvo que desmoronarse de nuevo.
Tomando valor entra a la habitación de su amiga.

– Hay que salir, Daisy. Algún día, seremos reinas y, ¿cómo podremos si no conocemos nuestro hogar?

– Pero, tu abuelo...

– Creo que exagera desde que nuestros padres murieron – dice con tristeza – Vamos.

– Bien. ¿Cómo?

– Tengo un plan.

Escapan al amanecer por la enredadera de una de las torres que dan al jardín. Siguieron el arroyo hasta la ciudad. Los primeros rayos del sol le dieron vida a la urbe.
Pasean admirando desde los edificios hasta los pequeños negocios. Como una pequeña panadería que a una cuadra se percibía el agradable olor a pan recién hecho. Compra unas galletas de chocolate y Daisy compra un pan de caramelo recién salido del horno.

Doblan la esquina casi chocandose con un par de chicos. El pelinegro se cae y el otro castaño lo ayuda a levantarse.

– Lo sentimos – se disculpa Daisy.

– No pasa nada. Siempre me pasa – sacude el polvo de sus pantalones el chico pelinegro.

– ¿No los conozco? – pregunta intrigada al percibir familiaridad. Nota los ojos azules del castaño – ¿Marco? ¿Luis? Hola, hace años que no nos vemos.

– ¡Anina! – exclama Marco – Es bueno verte. Has cambiado.

– Sí, y ustedes también –nota a su amiga confundida a su lado – Ah sí, les presentó a mi amiga Daisy.

– Mucho gusto Daisy.

– Es un placer.

– ¿Qué hacen por aquí? – pregunta Marco. Sobre él la mirada de Luis se posa sorprendido.

– Solo dábamos un paseo – ocultando quienes son realmente.

– ¿Ahora a dónde van?

– Mmm...

– No conocen aquí, ¿verdad?

– No.

– ¿No quieren venir a almorzar a nuestra casa? Nuestra tía es una buena cocinera.

– Nos encantaría.

Las guían a su casa. Al abrir la puerta, el olor de un guiso atrapa su nariz.

– Ya volvimos, tía – avisa Luis dejando la chaqueta en el perchero.

– Trajimos invitadas – anuncia Marco.
Avanzan a la cocina. Nota a la joven de espaldas con su ondulada cabellera castaña. Reconociendola.

– ¿En serio? Quiero conocerlas. Me alegra tanto que hagan amigos...

Gira quitándose el mandil. Detiene su frase al verlas.

No pensó en que encontrarían a Cherry allí.

– ¿Qué hacen aquí?

– Bueno... Yo...

– Majestad, su abuelo debe estar buscándolas.

– Solo quisimos conocer el reino.

– Lo siento pero tengo que llamar a tu abuelo – toma el celular saliendo a la sala.

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