Capítulo 14: El reino de los diamantes

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El sonido del celular anunciando el amanecer resuena en la habitación. Despierta. Entra a darse una ducha. Se pone una blusa rosa claro y unos pantalones blancos. Se cepilla su corta cabellera y, como siempre, se hecha una crema especial para ocultar su franja rosada brillante desde su fleco que cubre por completo su frente hasta la punta de su cabello.

– ¿Pero qué pasa? La franja no se me quita.

– Anina, ¿lista para irnos...? ¿Qué pasa? – pregunta Daisy al ver como su amiga frota su cabello.

– No lo sé. Pinky ya intentó ayudarme.

– No se supone que te la tiene que ocultar.

– Sí. Mi abuelo no me va a dejar salir así y no me explica por qué.

– ¿Y si te pones un sombrero?

– ¡Sí! Aquí tengo mi gorra.

Se ata el cabello y lo oculta todo debajo de la gorra.

***

– ¿Por qué tienes esa gorra? – le pregunta Marco.

– Ocurrió algo inesperado con la franja de mi cabello.

– Ah, te refieres a la que te brilla y destella como estrellas.

– Sí, esa. No se oculta.

– ¿Por qué no puedes mostrarla? – cuestiona Luis.

– No lo sé. Nunca me han dicho nada.

– Siempre la has tenido pero es la primera vez que pasa esto –comenta Daisy.

– La he tenido desde que nací, pero según escuche esto ha estado en mi familia por siglos.

En eso suena el timbre. Camino al aula, Carmen se interpone.

– Oye, Anina.

– ¿Qué quieres?

– ¿Por qué la gorra? No creo que te quede.

Extiende la mano y Anina se hace hacia atrás. Marco se interpone.

– Ya déjala, Carmen.

– ¿Qué te traes con defenderla? – insinúa ideas con la mirada.

– Es mi amiga y la apoyo.

Se retiran al salón.

***

Entra a su cuarto. Frente al espejo observa su franja. Toma el frasco vaciando una gran cantidad en su mano para pasarla por su cabello.

– ¡Ah! No se quita.

– Hija – toca la puerta.

– Oh... Abuelo – se lanza a la cama y se cubre la cabeza con una manta – Entra.

– ¿Qué haces?

– Nada, solo tengo frío.

– Anina, todavía falta mucho para que caiga la nieve y el día está soleado. ¿Qué sucede?

Razona un segundo. Da un suspiro.

– Esto – se quita la manta – La crema que me diste ya no funciona.

– No te preocupes. Haré otra. Mmm... ¿Cuántos años tienes?

– Ya tengo 15.

– Cada vez es más fuerte.

– ¿Más fuerte?

– Hija, tranquila, esto lo heredaste de tu madre y así ha sido por generaciones.

STARLIGHTWhere stories live. Discover now