Extra III: Memorias desde Boston (Jack)

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25 de junio de 2020

Al levantar la cabeza aquella mañana me sentí un poco desorientado.

Estaba sentado en un pequeño juego de comedor de madera blanca y había un montón de cosas sobre la mesa. Mi computadora con la pantalla bloqueada, páginas con letras de canciones y mi cuaderno con algunos arreglos musicales.

Una gran cantidad de luz solar entraba por las puertas corredizas de vidrio del balcón. Los sonidos de los pájaros en la mañana se habían vuelto algo tan común, pero no por eso dejaban de sorprenderme.

Era una mañana tan bonita que ni siquiera parecía real, la situación no parecía real. Luego cuatro meses, despertar en aquel apartamento me hacía sentir como si estuviera en algún tipo de sueño lúcido.

En especial cuando todo a mi alrededor dejaba muy en claro que era el apartamento de Smith. El estilo de decoración minimalista, el nivel de orden de las cosas, el aroma de su colonia impregnado sobre el sofá, el baño y la manta que me cubría los hombros en ese momento.

Alcancé mi teléfono para ver la hora, pero me distraje un momento por la pantalla de bloqueo. Era una foto que le había tomado a Smith durmiendo luego de una noche de películas, su cabeza estaba recostada sobre mi regazo y en su rostro había una expresión tan pacífica que no me pude resistir a captarla.

Cada vez que la veía una sonrisa se escapaba de mis labios.

Otro bello recuerdo que había formado en su apartamento.

O debería decir... nuestro apartamento.

—Veo que el dormilón despertó —exclamó una voz desde el pasillo, junto a pisadas firmes.

Miré hacia el pasillo para toparme con Smith caminando hacia mí. Su rostro estaba algo rojo y una fina capa de sudor cubría desde su rostro hasta sus brazos... esos brazos que parecían haber crecido mucho desde diciembre.

—Pensé que hoy era tu día libre de ejercicio —señalé sin poder apartar la vista de sus bíceps.

Smith caminó directamente hacia la cocina, donde sacó nuestras tazas de café. La suya era de una convención de programación a la que había ido el año pasado y la mía era una de esas tazas que revelaban una imagen de notas musicales al servir el café.

—Necesitaba distraer mi mente para no pensar en lo que-tu-ya sabes —respondió mientras servía el café—. Tienes una nota pegada en la frente.

Desde el inicio de todo esto, le hice prometerme que iba a dejar el cigarrillo de manera definitiva. Los fumadores representaban un grupo de riesgo con todo esto del virus y el solo pensar que Smith pudiera enfermar de manera grave me convertía en un manojo de nervios y preocupación.

Así que en marzo nos deshicimos de todos sus cigarrillos. Las primeras semanas la pasó bastante mal, pero luego decidió hacer un poco más de ejercicio para mantener su mente ocupada.

Cada vez que sentía la necesidad de fumar un cigarrillo, hacía unos quince minutos de ejercicio. Así fue como de repente sus brazos, piernas y trasero se habían tonificado, era algo así como un doble premio para ambos.

—¿Preparaste el desayuno? —pregunté mientras empezaba a despejar la mesa—. Era mi turno de hacerlo.

Smith encogió los hombros mientras tomaba una taza de café en cada mano y caminaba hacia mí.

—Te veías tan lindo babeando sobre la mesa que no quise despertarte —colocó la taza frente a mí y despegó la nota de la frente—. Y, no te ofendas, tenía ganas de un desayuno fuerte.

Jack & SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora