43. Dejarlo ir (Peter)

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—Tres emparedados de queso, un café con leche y un café helado de mantequilla de maní —Madison me dio una mirada—. ¿Y ese milagro que Jack no está contigo?

En ese momento las imágenes de Jack hiperventilándose en el asiento trasero de mi auto vinieron de golpe. La sensación de impotencia volvió a asentarse en mi pecho, pero la empujé hasta el fondo porque no quería hacer una escena frente a Madison o las demás personas que desayunaban tranquilamente en Jacob & Daniels.

—En el auto —respondí intentando fingir que nada había pasado—. No ha estado durmiendo bien en estos últimos días.

—Tampoco tú —observó mientras tecleaba en la caja registradora—. ¿Fiesta hasta el amanecer?

Quise reírme ante ese comentario, pero aquel fin de semana había sido bastante desastroso para ambos. La imagen de mi mejor amigo hiperventilándose volvió a repetirse en mi cabeza como un vídeo como lo había hecho todo el fin de semana.

—El total sería de nueve dólares —Madison colocó la orden frente a mí—. Me tomé la molestia de agregar unos panecillos au latte de parte de la casa, tienes cara de necesitarlos.

Y vaya que necesitábamos los panecillos.

—Gracias Maddie —respondí mientras le sonreía.

—Todo por mis clientes favoritos —dijo en ese tono encantador de siempre.

Pagué la cuenta rápidamente y deposité algo extra dentro del tarro de propinas antes de dirigirme a paso acelerado a mi auto. En el fondo tenía miedo que Jack fuera a escaparse o terminar cometiendo alguna locura en ese episodio de odio propio por el que estaba pasando.

Al abrir la puerta, él seguía con la mirada perdida en algún punto del parabrisas y con ese aspecto que lo hacía parecer un saco de papas que pasó todo el fin de semana despierto. Me sentí algo aliviado, solo un poco.

—Bien, traje un pequeño desayuno para ambos —abrí la bolsa y saqué uno de los emparedados—. Traje tu emparedado favorito de jamón con queso muenster y... ¡tu café helado con mantequilla de maní!

Ni siquiera su café helado favorito pareció animarlo.

Todo comenzó cuando estaba en la entrada de la casa de Lisa intentando poner en orden mis pensamientos, justo tres minutos después de recibir el nuevo año mientras aun sentía la sensación de calidez que había quedado de envolver su cuerpo entre mis brazos.

Nunca antes me había sentido tan vacío luego de un abrazo, de repente ansiaba tenerla de nuevo entre mis brazos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo por un instante mientras una clara palabra empezaba a formarse en mi cabeza.

«¿Esto es a...?» estaba pensando en ese momento.

Pero aquel momento de iluminación se vio interrumpido cuando la puerta se abrió de golpe y un Jack sumamente agitado salió de ella mientras traía a mi prima a rastras.

Al llegar hasta donde estaba estacionada mi vieja camioneta, Jack se recostó de espaldas a la puerta y nos dio una mirada. Sus ojos estaban abiertos de manera desmesurada, su pecho subía y bajaba de manera violenta, ni siquiera parecía poderse mantener de pie en esos momentos y los sonidos que salían de su garganta me recordaron a sonidos de ahogo.

Y yo... no supe que hacer. Literalmente solo me quedé parado observando como mi mejor amigo empeoraba con cada segundo que transcurría. Esa la primera vez que fui testigo de un ataque de ansiedad en su estado más puro y no era para nada como los había visto en las películas.

Afortunadamente mi prima Wanda estaba allí y utilizó sus conocimientos como maestra de educación especial para manejar la situación. Se acercó a una distancia prudente, con su suave voz le empezó a decir que respirara de manera más profunda, se concentrara en su voz... cosas que no me hubiera imaginado que se hacían en esos casos.

Jack & SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora