16

319 17 0
                                    

—Mañana por la mañana intentaré conseguir más plátanos y un poco más de coco, eso nos mantendrá activos.— Le sonríe dulcemente.

Emma no está contenta con toda la situación.

Está acostumbrada a otra clase de vida, y tampoco es motivo para culparla, a Jay le parece algo completamente innecesario.

—Esta bien Jay, no tengo hambre igual.— Admite.

E intenta justificarse, aúnque,  así se encuentra ahora mismo y no es que está fingiendo que no tiene hambre, simplemente, porque saben que no tienen para comer, no tiene hambre, gracias a que su estómago está completamente cerrado, con los nervios y por todas las sensaciones encontradas.

—No importa que no tengas hambre, tenes que comer y alimentarte... Y antes de que me digas que no soy nadie para decirte eso, ahora mismo soy el mayor de los dos y quién tiene la responsabilidad de cuidarte.— Susurra poniendo sus ojos en blanco.

Jay no esta acostumbrado a convivir con otra persona que no fuera él, y menos que menos, a cuidar de otra persona que no fuera él mismo, con Emma siempre había alguna especie de protección, pero no era justamente de hermandad, ni nada por el estilo, pero ahora mismo se sentía en la obligación de tener que cuidarla.

No quería que estuviera bajo su responsabilidad el hecho de que estuviera enferma o sufriera alguna recaída.

Lo único que los dos podían hacer para ayudar a los hermanos Sunnin en la búsqueda era mantenerse con vida y Jay estaba dispuesto a hacerlo tuviera o no que obligar a Emma a comer.

Ella sonríe mordiendo su labio inferior. —No hagas eso.— Se queja.

A lo que él la mira incrédulo. —¿Y que es lo que estoy haciendo?— Sisea achinando sus ojos.

Ella supira. —Fingir que me conoces o que sabes lo que estoy pensando o lo que voy a decir.— Acusa arqueando sus cejas.

Jay suelta una risotada, que si estuvieran en un lugar cerrado claramente hubiera rebotado por los aires.

—Puede que vos no quieras admitir que yo te conozco, miss universo, pero yo te conozco más de lo que vos crees, igualmente ese no es el punto ahora y si te molesta lo que yo estoy haciendo, lo lamento porque vas a tener que tolerarlo al menos por los unos días.— Sonríe maldicioso.

Emma cierra los ojos con fuerza, realmente quería mandarlo al demonio, pero no era su naturaleza ni como es que ella resolvía las situaciones.

Llegaba un punto en el que Jay realmente colmaba toda su paciencia, al punto de hacerla sentirse vulnerable por completo.

Y hasta a ponerse a pensar si es que estaba haciendo lo correcto o si ella, en realidad, estaba resultando cómo una completa histérica y que nada más tenía que mirar un poco a su alrededor y darse cuenta de que él estaba intentando hacer todo lo posible para poder hacer funcionar aquello.

No podía evitar replantearse una y otra vez en cuándo se encontraban en absoluto silencio y soledad trabajando y uno con el otro.

Había visto a Jay moverse de lado a lado llevando ramas pesadas y manteniendo continuamente el fuego encendido cuándo en realidad él se iba a dormir un rato ya descansar en cuanto vio que era Emma la que quería empezar a hacer la llamada de auxilio.

Y simplemente cuándo Emma hacia un meaculpa sobre cómo es que había reaccionado en ese momento, se daba cuenta de que no había sido la mejor manera y que cualquier otra persona en el lugar de Jay la hubiera mandado al demonio y la hubiera dejado completamente sola para que se arreglara por sí misma y consiguiera sus propios medios para mantenerse sana y salva.

De regreso al océano.Where stories live. Discover now