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Emma se sentía una completa chiquilla.

Jay acababa de pasar de largo de ella, se había retirado hacia su fogata cómo si nada hubiera pasado, y peor aún, le había dado un simple guiño de ojo cómo si fuera la hermanita pequeña de sus mejores amigos, cómo lo que claramente era, haciéndola sentir, aún, más ridícula de lo que ya se sentía.

—¡Genial!— Se queja rodeando los ojos.

En estos momentos no puede pensar en ninguna otra cosa que no sea lo estúpida que se siente y lo enojada y frustrada que se encuentra consigo misma.

—¡Sos una tonta, Emma!— Se burla de sí misma.

Las ganas de volver a salir hacia el exterior y perseguirlo se hacen realmente notorias.

Recuerda que está en paños menores y en menos de un parpadeo se podía llegar a arrepentir de lo que quería hacer por impulso, es por eso mismo que no hace más que refunfuñar lamentándose no tener otra cosa debajo, más que su bikini siendo imposible la alternativa de seguir queriendo mantener una conversación para con él.

—¡No puede ser!— Bufa.

Por más estúpido y ridículo que eso suene, creía que ya había perdido cualquier clase de orgullo que podía llegar a quedar en su cuerpo.

No se sentía culpable sobre el beso, no había sido la que había iniciado.

Si sentía culpa por lo que había ocurrido y por cómo es que se había estado comportando al respecto luego de ese beso.

Cómo si realmente fuera una pequeña adolescente que no tenía idea del mundo en dónde se encontraba y que solo quería salir corriendo tras los brazos de ese príncipe azul o crush para este siglo qué la había dejado completamente anonadada y sorprendida por su accionar.

—¡Estúpida!— Coloca sus ojos en blanco, nuevamente.

Convirtiéndose últimamente esa en su palabra favorita y en la manera que mejor le describía su situación y cómo se encontraba.

No puede creer que haya caído tan bajo cómo para sentirse de ese modo y que todavía siga culpándose de haber quedado cómo una tonta pidiendo un poco de atención por parte de él.

—¿Y no volverá?— Muerde su labio inferior.

Vuelve a la mirar hacia el exterior, y sigue negando con la cabeza.

Lamentandose por todo lo que está pasando, y no poder hacer más que quejarse, porque no tiene las agallas suficientes cómo para salir en bikini en búsqueda del mejor amigo de sus hermanos.

Y lo peor de todo es que está esperando que él vuelva a aparecer por esa puerta y se quede para hablar con ella.

Jay no aparece ni a los diez minutos, y menos que menos, a la media hora de haberse retirado de la carpa para poder dejar sus prendas secándose al son de su fogata.

Por lo cuál, haber vuelto a agarrar su tablet para poder seguir escribiendo el capítulo que había iniciado y quedado a medias, no había sido del todo una mala idea por su parte, y ahora mismo se daba cuenta de qué si era cierto que tenía un potencial para poder escribir historias.

Disfrutaba tanto de la lectura cómo de escribir,  le sucedía algo con el hecho de esbozar sus sentimientos y pensamientos en palabras que no le sucedía a leer, y era en particular en la sensación de un alivio o de un desahogo qué no podía lograr yendo a un psicólogo, hablando con alguno de sus hermanos o sus amigos.

Era como si realmente en aquellas palabras, en las cuales a veces eran plasmadas en algunas libretas A4 o en su aparato eléctrico, pudiera sentirse otra persona completamente distinta a la qué en realidad era, pero no era simplemente por sentirse otra persona y por no gustarle el hecho de ser Emma Sunnin.

De regreso al océano.Where stories live. Discover now