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El sol se esta perdiendo y ellos volviendo de camino a la orilla.  Habiendo pasado una maravillosa tarde entre risas y compañerismo, además de algunos besos y caricias por demás dulces.

—Cuidado con esa piedra.— Jay señala.

Emma niega. —Protector.— Rueda los ojos.

—Quizas.— Murmura divertido.

Era el combo perfecto explosivo del cuál ninguno de los dos podía separarse, esperando siempre un poco más de lo que habían tenido segundos atrás.

—Con vos siempre, así qué tampoco me preocupa qué lo sepas.— Sonríe.

Parecía cómo si se conocieran de toda la vida, pero no de la manera en la qué se conocían, lo que estan viviendo ahora es cómo una especie de conexión extraña que no podían dejar de estar mirándose el uno al otro, que no podían dejar de estar querer saber más del otro.

—¿Admitiendolo, Jay?— Sube sus cejas.

Era justamente cómo Emma había leído que era estar enamorada, se sentía justamente de esa manera, y eso es lo que le da miedo, de estar sintiendo todas esas emociones.

No obstante, tenía que tener en cuenta qué si se fija en la forma específica en la que él la había tratado, desde que habían despertado, no debería de tener miedos de ningún modo, y por eso mismo quería darse la libertad de poder vivir y sentir ese momento cómo se le estuviera antojando justamente ahora mismo.

—Asi parece, miss universo.— Remoja sus labios.

Emma sonríe. —Pretencioso.— Susurra.

No sabía cómo es que Jay se esta tomando todo esto, y si bien,  tenían que tener una conversación ambos, ahora parecía que no era necesario tener esa conversación.

No sabía de dónde había salido está nueva Emma, está nueva forma de ver las cosas y de no asustarse ante el mundo a todo momento, cómo lo hubiera echo en otra oportunidad, está mimetizada con él, creyendo qué se le había pegado el pensar de la misma manera.

Algo que jamás hubiera pensado que le pudiera llegar a pasar, y observándose a si misma no parecía ser tan malo después de todo.

—¡Eso fue increíble!— Acota parpadeando.

Jay sonríe. —Sabia que te iba a gustar.— Le guiña un ojo dulcemente.

—¡No, no lo entendés!— Sonríe emocionada moviendo sus manos. —¡Jamás vi algo así!— Suelta emocionada.

Jay sonríe. —Estaba seguro de que te iba a gustar.— Acaricia su cabello con delicadeza y deja un beso en la coronilla de su cabeza.

Emma infla su pecho y vuelve a sonreír. —¡Gracias por eso!— Le hace saber que sus palabras son sinceras.

Es felicidad pura, esta muy agradecida para con la vida y también para con ella misma al haberse dado la posibilidad de, quizás, dejar a un lado el remordimiento todas esas dudas y miedos que  le da de manera cotidiana hacer cosas básicas de una persona de su edad.

—¡Tan sólo quería que fueras esa Emma!— Le recalca risueño.

Jay, había sido todo lo contrario a ella desde el día uno, y probablemente eso también es lo que le había generado una gran envidia, y también, el hecho de encerrarse en sí misma, y no poder avanzar e intentar mirar toda esa situación y experiencia de una forma un poco más positiva.

Ella arquea sus cejas. —¿La otra Emma era demasiado aburrida, verdad?— Bromea rodeando los ojos.

—En realidad jamás me pareciste una persona aburrida, miss universo, tan sólo creo que a veces no te das la posibilidad de disfrutar las cosas.— No hace más que volver a soltar una carcajada.

De regreso al océano.Where stories live. Discover now