67

166 10 0
                                    

Sobrino.— Esteban aparece por el marco de la puerta con una sonrisa pícara.

Jay coloca sus ojos en blanco, no por él en realidad, sinó que por su padre. —No ayudará de nada.— Sisea.

No hace más de veinte minutos habían sido participes ambos de una discusión para nada amigable, y por sobre todas las cosas, de un intercambio de ideas que no había llegado a una conclusión y menos que menos en ponerse de acuerdo ninguno de los dos.

—¡Vamos, sobrino, dame el beneficio de la duda!— Bromea.

—Ya se lo que me vas a decir.— Bufa rodeando los ojos.

Su tío niega haciendo una mueca con la cabeza, —¿Vamos a tomar una cerveza?— Propone haciendo un movimiento con la cabeza.

Jay lo mira arqueando sus cejas, conocía a la perfección Esteban y también sabía cada uno de sus trucos, para poder meterse en el bolsillo y terminar hablando de su padre, siendo efectivamente lo que quería evitar a toda costa.

—¿Y a cambio de qué?— Cuestiona escéptico.

Es por eso que le hace un repaso general para poder corroborar sí efectivamente se trataba de eso.

Su tío sonríe subiendo sus hombros. —Solo quiero una maldita cerveza, el calor me está sofocando y tengo demasiado papeleo.— Murmura siendo sincero.

Jay suspira y alza sus manos, sabía que definitiva terminarían hablando de su padre, pero la idea de tomar una cerveza y de poder salir de esa oficina en la que estaba obligado a quedarse, le parecía una mejor idea antes de que se estuviera lamentando todo el tiempo por donde tenía que estar.

—En cuánto mencionas a Lucius me voy.— Suelta tosco.

Esteban alza sus manos a modo de súplica. —¡Siempre vamos a hablar de Lucius, si tu papá es un imbécil que merece ser criticado Jay!— Le guiña un ojo cómplice.

Su sobrino no hace más que volver a reír, tomando su teléfono celular y poniéndose de pie.

La idea de salir de aquellas cuatro paredes era lo mejor que le había pasado durante toda la jornada.

—No entiendo cómo todavía seguís acá.— Lo observa, cómo si realmente estuviera decepcionado.

Esteban suspira haciendo una mueca con sus labios, ambos avanzan hacia el ascensor, irán caminando hacia el bar más cercano, así era todo en los angeles, oficinas lujosas y enormes edificios, y a pocas cuadras casas bajas y un sin fin de bares frente a la costa.

—¡Lo que quiero decir es que ustedes tienen más estabilidad económica de la que cualquier persona, y creo que estar trabajando a la par de tu hermano, encerrado todos los días en esa oficina no es lo que más te alegra.— Agrega rodeando los ojos.

Al mismo tiempo, que se insulta a él mismo, por dentro, al reconocer que había sido el primero en pedir que no se hablara de su padre pero en definitiva era el que primero estaba hablando de él.

Esteban suelta una carcajada cuando ya se encuentran en la calle.

—Yo no estoy encerrado en una oficina, Jay, ese es tu papá, yo voy a dónde quiero y cuándo quiero, e incluso, cuándo hay que viajar lo hago con gusto, me pido cinco días más, conozco, disfruto el país, trabajo y encima me acuesto con quién se me antoja.— Agrega con un guiño de ojo.

Jay sonríe relamiendo sus labios a medida que avanzan. —No necesito trabajar en una oficina para hacer todo eso, Esteban, lo hago a diario si quiero.— Sonríe de costado cínico.

De regreso al océano.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu