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El ruido de los pinos por ese camino tan oscuro y peligroso era realmente aterrador y le daba a pensar si realmente se encontraban solos, parecía que los mismos rechinar, gracias al viento, estarían hablando.

—¡Deberías de sacar esas estúpidas ideas de tu mente!— Se dice a sí misma en voz alta.

Una absurda modalidad que tenía para poder quitar el miedo en los momentos más preocupantes.

Hasta el momento Emma tenía que admitir que el camino no parecía ser tan peligroso ni de gran riesgo a pesar de estar bajo la lluvia.

Pero el hecho de estar pensando que el camino no era peligroso lo hacía, en realidad, más que nada para recordarse a sí misma que cuándo llegara nuevamente hacia la carpa, hacia dónde se encontraba el mejor amigo de sus hermanos, le hiciera saber que era un completo exagerado al decir que ella no podía ir a la primera expedición que había hecho el día anterior apenas llegaron.

—¡Puede ser peligroso!— Se burla a sí misma haciendo unas muecas con su rostro, mientras que avanza golpeando levemente con las hojas en su rostro.

La lluvia era uno de los más grandes problemas y lo que más dificultad le generaba a la hora de avanzar, ella estaba tan ensimismada en poder demostrarle a Jay que podía con eso y mucho más, y que él era un completo exagerado al estar tratando la todo el tiempo continuamente como si fuera una chiquilla, que no estaba prestando atención en realidad al camino.

No se iba a meter en el medio del océano a lograr cazar alguna especie de pescado que pudieran llegar a cocinar, porque ni siquiera tenía ni la menor idea de cómo prender el fuego.

Por lo tanto, aquello no era una alternativa de algo que pudiera llegar a pasar por su mente.

Hasta los primeros quince minutos a los que estuvo caminando lo único que hacía era despotricar y burlarse en su mente del mejor amigo de sus hermanos.

Si ahora mismo estuviera siendo sincera para con su psicólogo, tendría que estar admitiendo en realidad que se estaba burlando y quejando de Jay, porque esta enojada con él, gracias a que no le había permitido exponerse a tal riesgo, riesgo qué ahora mismo para ella no existía.

Y gracias al enojo y a la rabia carcomiendo todo su cuerpo pasaba por desapercibido a medida que se iba adentrando cada vez más en aquella sinuosa selva.

Emma entre abre sus labios mientras que se quita al menos cinco segundos las gotas de agua fría cayendo por su rostro, las cuáles le dificultan su visión.

Es en este preciso instante en el que se maldice por no haber escogido un atuendo mucho más cómodo para acudir a la fiesta del catamarán, y por supuesto, ante todo, un calzado que fuera más acorde a la aventura.

Tomando nota mental para algunas pequeñas acotaciones que estaba deseosa de escribir en el libro que estaba armando.

—¡Auch!— Se queja.

Suelta un pequeño grito cuándo se resbala y cae de trasero hacia el lodo manchando absolutamente todas sus prendas de arriba a abajo.

Se maldice por dentro y se da el tupé de lanzar una maldición al aire sabiendo que estás sola y que nadie le va a decir que esas palabras no puede decir una señorita.

Eso le había pasado por estar quejandose de Jay, y justamente es lo que más rabia le genera al no estar pendiente de lo que tenía que estar haciendo en realidad, qué era estar fijándose en el camino por el que iba, pisando por las zonas secas y seguras intentando encontrar cuánto antes alimentos, para poder dar la media vuelta y dirigirse hacia la orilla y hacia la carpa.

—¡Que fortuna, Emma!— Se burla.

Mira a su alrededor, se percata de lo oscuro que está todo el lugar y de lo en soledad que se encuentra.

De regreso al océano.Where stories live. Discover now