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A esta no podía creer cómo se había encerrado en sí misma, tan sólo por haberse dado cuenta de que había pasado un año desde que habían quedado varados en la isla.

—¡Sos una tonta, Emma!— Suelta

Se siente adolorida, lo que más daño le esta haciendo, es el hecho de haberse alejado de Jay y de haber actuado de esa manera tan grosera y brusca para con él.

—¡Va a odiarme!— Llora.

Lo único que quiere es estar cerca del castaño, de esa manera es de la única forma en la qué se puede sentir protegida.

Quizás es algo que también está mal, porque no quiere depender de una persona, lamentablemente al día de hoy no sabe y no conoce otro modo de poder resolver las cosas.

—No va a querer hablarme y con justa razón.— Bufa.

Se pone a pensar en todas las veces en las que hablo con su psicólogo, el cuál le recordaba que no tenía nada de malo poder tener un compañero, un amigo, un familiar, un hermano o alguien que estuviera al lado de ella para poder escuchar lo que le pasaba, para poder sentirse contenida.

—Todo es mí culpa.— Vuelve a llorar.

El viento golpea contra su rostro, había escalado uno de los pequeños riscos que más cerca se encontraban de la costa, para poder tener un poco de soledad.

—¡¿Por que lo trate así?!— Muerde su labio inferior.

Con tan solo girar su cabeza unos pocos grados hacia sus costados podía observar cómo el castaño intenta darle el tiempo qué necesita, enfocándose en pescar, entrenando, limpiando la carpa, buscando alimentos.

Y cada vez que lo observa, y él fingía no estar espiandola, Emma sabía que estaba observando cada movimiento, por más pequeño que fuera, tan solo para asegurarse de que nada malo le estaba sucediendo.

—Perdon, Jay.— Traga saliva.

Jay siempre estaba allí para ella, siempre podía obtener contención por parte de él, incluso, se había puesto al hombro la tarea de poder ayudarla continuamente.

No tan solo de manera psicológica, para que no se sintiera sola y para que no entrara en crisis, sinó que también se esforzó en enseñarle a nadar, para poder enseñarle los ejercicios que él hacía para mantenerse activo.

—No puedo ser tan tonta.— Insiste.

Un año de crecimiento y de completo aprendizaje, y por más que no fuera el lugar indicado, por más que extrañará a sus únicos familiares, por más que extrañara la rutina de poder ir a sus cursos de letras, para poder seguir aprendiendo y progresando en la plataforma en la que ella escribía, se daba cuenta de que no todo estaba perdido, gracias a la colaboración y la ayuda insistente que siempre Jay tenía para motivarla a todo momento.

—No podes evitar el momento, Emma.— Rueda los ojos.

Intentando darse ánimos.

—Debo intentarlo.— Hace un puchero.

Últimamente, todos sus pensamientos y emociones daban vueltas alrededor del mejor amigo de sus hermanos, creyendo, en algún tiempo, que no era correcto observar las cosas desde esa perspectiva porque lo peor que les podía llegar a pasar es que lo de ellos finalizará de un momento al otro, que en algún momento no pudieran congeniar y todo se fuera al demonio.

De esa manera en la qué se había aferrado tanto a una persona para poder subsistir en una isla desierta, y de un momento al otro no tenerlo, probablemente sería una de las peores cosas que le podrían llegar a pasar.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora