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Evan, observa de mala gana cómo la tobillera  ejerce más presión de la normal, sintiendo una opresión que cada vez late con más fuerza y le prohíbe apoyar el pie en su totalidad.

Había logrado que no le pusieran una bota, gracias a su mal comportamiento y la forma egocéntrica y terca, en la que siempre se había estado comportando para con los enfermeros.

Esta realmente enfurecido para con su mejor amigo, él había sido el responsable de que le hubieran puesto dicho elemento en su tobillo y que le hubieran dado tanta importancia a una simple torcedura.

Se encuentra tan aburrido que ni siquiera se había dado cuenta de que su hermana había comenzado a mover la cabeza de lado a lado, de manera muy delicada.

Él esta ensimismado en el enojo que tenía para sus adentros por la última conversación para con el castaño, qué no podía verla sin qué su cabeza divagara.

—¿Emma?— La llama ronco.

Lo único que agradecida de seguir en aquella clínica, era qué su hermano mayor se había hecho cargo de la demanda para con la prefectura, con la embajada y para con el estado, no teniendo que brindar ni un sólo detalle más ni dar declaraciónes extras.

Luego de haber obtenido la declaración por parte de Jay que no tuvieran que molestar a su hermana para qué diera la declaración.

La policía había concurrido a la clínica en cuánto a la prefectura informo que el paradero de las dos personas que habían estado buscando durante todo este año, al fin habían sido encontrados.

Habían enviado a un oficial y a un notario para tomar la declaración del castaño, siendo la única persona que se encontraba con conciencia.

Tomando, cartas en el asunto, una vez más, Lucius, para lograr que Emma no fuera interrogada en cuánto recobrará el conocimiento.

Dejando una leve promesa de que sí quería, en su momento, cuándo estuviera preparada, poder enviar un documento explicando su lado de la historia.

—Jay...—  Emma, se despierta poco a poco, moviendo su cabeza hacia un costado y sintiendo todo su cuerpo doler.

Evan maldice para sus adentros. Era obvio que iba a nombrar al traidor de su mejor amigo.

—¡Soy Evan!— Sonríe, con algo de miedo y al mismo tiempo emocionado.

Emma arruga su entrecejo. —¿Evan, eras vos de verdad?— Murmura, queriéndose reincorporar, aúnque, su hermano no se lo permite.

—Despacio, no queremos qué te de un mareo.— Pide apretando sus labios.

¿Dónde estamos? ¿Jay esta hien?— Se encuentra perdida en tiempo y lugar.

Si tan sólo no hubiera observado a Evan sentado frente a ella y tomando su mano todo el tiempo, no hubiera podido creer que realmente habían sido rescatados.

—¡Hey, soy yo, Evan, está todo bien, estamos en una clínica y llevas aproximadamente unas nueve horas dormida, eso se debe a la falta de algunas vitaminas entre calcio, potasio en tu cuerpo!— Sonríe dulcemente.

Ella, infla su pecho titubeando mientras qué parpadea y esboza una pequeña sonrisa.

Tenía sed, demasiada.

Evan se pone de pie para poder ir a buscar la botella de agua, junto al sorbete que habían dejado con anterioridad los enfermeros.

—Aca.— Murmura, y le sostiene la bombilla con sus dedos para que no se vaya para abajo.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora