〔 𝙅𝙄𝙉𝙓 ➳ mala suerte, o creencia de que una persona u objeto brinda mala suerte. 〕
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Ley'ra, una integrante del clan Metkayina, había perdido todo atisbo de esperanza y aceptado su cruel destino.
Sin embargo, quizá su perspectiva cam...
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Luego de aquel encuentro, Neteyam y Ley'ra regresaron juntos a la aldea; el chico cargando la cesta por la fémina mientras conversaban de ciertas cosas triviales. La metkayina se veía relajada, y aquella fue una linda imagen que el ojidorado se llevó a la cama. Quería seguir viendo su sonrisa, y si él era causante aún mejor.
No era el único, pues de alguna manera Ley'ra también se sentía revitalizada. Era hasta tal punto que al día siguiente, tras terminar sus quehaceres, ella misma salió de su hogar en busca del grupo de adolescentes para unirse a sus aventuras. Generalmente ellos eran los que tenían que llamarla, y ahora que el periodo de aprendizaje y prueba había básicamente finalizado tampoco era tan necesaria su presencia. Sin embargo, ahí estaba ella, volviendo a disfrutar de las cosas pequeñas.
Los divisó luego de un largo rato de búsqueda ya que se encontraban bastante alejados, cerca de los límites del arrecife; lo bueno es que estaban todos: Neteyam, Tsireya, Lo'ak, Kiri, Tuktirey, Rotxo y hasta Ao'nung. Quizá las cosas ya habían mejorado entre ellos, se veían tranquilos mientras hablaban. De hecho, estaban tan ensimismados en su conversación que no se percataron de Ley'ra aproximándose. Ninguno de ellos la esperaba tampoco, por eso no se fijaron en aquel detalle.
— Un pez gigante me perseguía, un akula; y entonces apareció un tulkun, él me salvó la vida. — Relataba Lo'ak con esmero, contándole a sus amigos lo que le sucedió ese día que no lo encontraban.
Bueno, aquello no era exactamente no decir ni una palabra como le pidió; aunque no había hablado sobre ella, eso era esencial.
— Hey. — Susurró la de orbes celestes como saludo, juntándose con el grupo al adentrarse en el círculo.
— ¡Ley'ra! — Exclamó Tuk con felicidad de verla. Todos estaban alegres de tenerla con ellos, pero la niña era la más expresiva.
Como respuesta, la mayor le revolvió el cabello para luego regalarle una pequeña pero dulce sonrisa. Sus orbes coincidieron con los dorados de Neteyam, y ambos se dirigieron una sonrisita cómplice de igual forma.
— Ojalá hubiera estado ahí. — Susurró Kiri con un destello de emoción en sus ojos ante lo que escuchaba. — El océano te bendijo con un gran regalo, hermano.
— Los tulkun aún no han regresado. — Contradijo Ao'nung, el cual a diferencia del resto se encontraba de pie, recargado en una palmera. — Aparte, ningún tulkun anda solo por ahí.
— Pues este sí. — Replicó con seriedad el omaticaya, dirigiendo su mirada a Tsireya. — Le faltaba una aleta. Tenía como un muñón en el lado izquierdo.
— Pobre tulkun. — La pequeña Tuk hizo un puchero.
La próxima Tsahìk lo pensó por unos segundos, abriendo de más sus ojos y mirando a los otros metkayina al caer en cuenta. Un incómodo silencio se instaló por unos minutos, hasta que finalmente lo rompió.