〔 𝙅𝙄𝙉𝙓 ➳ mala suerte, o creencia de que una persona u objeto brinda mala suerte. 〕
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Ley'ra, una integrante del clan Metkayina, había perdido todo atisbo de esperanza y aceptado su cruel destino.
Sin embargo, quizá su perspectiva cam...
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—¿Ya estás mejor? —Cuestionó en un susurro, admirando a la contraria acompañados de la luz que los múltiples astros teñidos en el cielo junto a la bioluminiscencia del lugar y de sus propios cuerpos brindaban.
Ley'ra alzó levemente sus orbes, contemplando a Neteyam por breves segundos. Se limitó a asentir con pena, sintiéndose en su interior como una pequeña niña la cual necesitaba protección.
—¿Quieres volver a casa? —agradecía en demasía la paciencia y comprensión del ojidorado; pocos, por no decir nadie, poseían aquellas divinas cualidades a la vez.
—Sí —. Su voz se escuchó algo más ronca de lo normal, producto de haber estado llorando por un largo rato entre los brazos del chico del bosque.
La metkayina sorbió por la nariz y frotó sus ojos con las palmas de sus manos para quitar cualquier rastro de lágrimas, permitiendo al varón llamar al ilu del vuelta. Una vez la criatura se unió a ellos, Neteyam subió a este con cuidado y le tendió la mano a Ley'ra. Ella la aceptó sin decir palabra, subiéndose detrás del pelinegro al cual abrazó por la espalda una vez emprendieron camino.
El océano estaba en completa calma, ni siquiera las gotas de lluvia lo perturbaban puesto que había cesado de llover. Sólo eran ellos dos en ese momento, tan tranquilos, como si estuvieran flotando gracias al movimiento del ilu sobre el agua marina. Ley'ra recargó su cabeza con delicadeza en la fibrosa espalda del primogénito de los Sully, cerrando sus ojos con cansancio. Generalmente un simple toque por parte del contrario causaba que aquellos corazones jóvenes se acelerasen, terminando por danzar en un compás sincronizado; pero en ese momento estaban totalmente calmados, limitándose a disfrutar la simpleza y proximidad del momento.
Habían pasado casi una semana ignorándose, o más bien era la fémina quien evitaba al omaticaya de todas las maneras posibles. Se habían extrañado, no había duda de aquello, por lo que volver a estar cerca de esa manera no podía ser más sublime, más esperado. Si por ellos fuera, no se separarían nunca más; no obstante, el tiempo pasa mucho más deprisa cuando quisieras que resultase eterno.
Era tarde ya, por lo que no fue extraño encontrarse a la aldea inactiva; la hora de cenar había pasado, y seguramente la gente de la tribu ya se habría acurrucado para así adentrarse al mundo de los sueños. Caminaron silenciosamente por la malla que comunicaba todas las marui, siendo precavidos para no molestar a nadie. En el momento en que se detuvieron frente al hogar de la chica, Neteyam la observó con sus orejas algo agachadas y la cola inquieta.
—¿Estarás bien? —No la subestimaba, era conocedor de su gran fortaleza, pero era inevitable el preocuparse. La apreciaba y únicamente rezaba por su bienestar.
Ley'ra le respondió con un leve asentimiento, coincidiendo sus orbes por breves segundos.
—Gracias, Neteyam —se despidió con suavidad, entrando a su hogar.