Una cita especial

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Tengo una cita pautada que por más que quiera no puede ser pospuesta. En realidad, estaba entusiasmado, después de tanto tiempo por fin iba a encontrarme con ella.

—Raquel, cancela todas mis citas de hoy —ordené a mi asistente.

—Pero señor, hoy es la reunión con los inversionistas.

—No importa, después de hoy ya no los necesitaré.

Salí temprano del trabajo y me fui directo a casa. Llegué en un par de minutos. El tráfico que normalmente estaba congestionado ese día era prácticamente nulo; no había nada, las calles estaban limpias. El estacionamiento que siempre estaba ocupado esta vez estaba libre. Y el ascensor que llevaba una semana averiado mágicamente ya funcionaba. Era como si el universo conspirara para que no faltase a esa cita.

Entré a mi apartamento y lo primero que hice fue lavarme las manos para ir a preparar la cena. Como no conocía su comida favorita, opté por hacer pasta. Luego tomé un baño, me vestí formal, peiné mi cabello adecuadamente y apliqué perfume en las zonas específicas. Estaba listo.

Acababa de poner la mesa cuando sonó el timbre. Estaba algo nervioso cuando abrí la puerta. Era ella, seguía igual de hermosa que la última vez que la vi. Esa vez casi me voy con ella, pero me dijo que era muy joven y que vendría por mí más tarde. Ahora estaba aquí para cumplir su promesa.

Trajo una botella de vino que tomamos con entusiasmo. Luego de cenar hablamos de muchas cosas hasta que llegó el momento de despedirse.

—¿Ya te vas? —dije sin querer soltar su delgada mano.

—Sí, pero volveré.

—Llévame contigo. Estoy dispuesto a dejar todo y seguirte. No me vuelvas a abandonar por favor.

—Sabes que no puedo.

—¡Pero dijiste que me llevarías!

—Todas las veces que vengo por ti, la fecha cambia.

Soltó mi mano y se marchó.

Cuando nuestras manos se separaron sentí que algo me revolvió el estómago y corrí al baño. Luego de vomitar me quedé sentado en el piso.

Sentí el mismo vacío que cuando intenté saltar de un segundo piso en mi niñez. Porque al igual que ese día, hoy, luego de que ambos comimos esa pasta envenenada, ella se fue sin mí.

¡Oh, querida muerte!, ¿por qué siempre huyes de mí?

¡Oh, querida muerte!, ¿por qué siempre huyes de mí?

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DemenciaWhere stories live. Discover now