Última víctima

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Sé que muchos me llamaran loco, y a esos les aviso de antemano que soy consciente de que lo estoy. Pero no por lo que voy a contar a continuación.

La verdad es que suelo recorrer distintos lugares en busca de una conversación amena con alguna obra de arte. Muchas de ellas me contaban sus historias, la de sus autores y lo que sucedía en el fondo detrás de ellas. Algunas historias eran divertidas, otras muy tristes, muchas incluso me daban miedo; sin embargo, lo que más me gustaba era la manera de hablar de las pinturas.

Nunca tuve problemas en iniciar una conversación con ellas. En su mayoría, eran bastante corteses. Todo iba bien hasta que me topé con una que no me dirigió la palabra. La observé de casualidad cuando visitaba una galería de arte y mi vista se fijó en una puerta entreabierta que decidí cruzar.

No era más que un cuadro rojo sobre un fondo negro. «¿Qué era?». Esa pintura no me hablaba como las demás, pero estaba seguro de que algo trataba de decirme. El hecho de que la tuvieran en una sala aparte y estuviera tan bien cuidada, daba a entender que se trataba de la obra de alguien importante.

Me incliné para leer el título pensando que tal vez me daría algo de contexto, y quedé aún más confundido. «Víctima uno» se titulaba. Por más que le llamé ese día, la pintura no me respondió.

Cuando volví al día siguiente, la pintura a simple vista seguía igual, pero al entornar mejor los ojos se notaba que el tono del cuadrado se había oscurecido. Además, en la misma sala, ahora se hallaba otra pintura. Era un triángulo rojo —del mismo tono que tenía el cuadrado el día anterior— sobre un fondo negro, cuyo título era: «Víctima dos».

Ese día me quedé parado frente a ambas pinturas como si mis pies se hubiesen hecho uno con el suelo. Las interrogué a ambas, pero seguían sin querer decirme nada. Regresé cada día de esa semana, y cada vez había una pintura nueva, con una forma y tonos de rojo diferentes.

El cuadrado de la primera pintura ya hace tiempo que dejó de ser rojo, ahora era tan oscuro que se asemejaba al negro del fondo. Al séptimo día, la sala estaba repleta de personas. Entre la multitud alcancé a ver un hombre que firmaba autógrafos y supuse que era el autor.

Todos estaban tan concentrados en charlar con él, que nadie notó al extraño hombre que se recostaba en una esquina de la pared. A penas vi su rostro y analicé cada pequeña expresión en él, supe que no estaba frente a alguien normal. No parecía de este mundo, su forma de caminar era tan caricaturesca que me pareció surrealista.

Le vi escabullirse entre la multitud y perderse por un pasillo. Seguí sus huellas tan coloridas que quedaron visiblemente grabadas sobre el piso de cerámica. Se detuvo frente a un cuarto, miró a todos lados percatándose de que nadie lo estuviese viendo y luego entró. Pegué mi oreja a la puerta y escuché una extraña conversación.

—Por favor no me hagas daño.

—Lo siento, solo recibo órdenes.

—Haré lo que me pidas, por favor no...

Y de la nada escuché un disparo. Me aparté rápidamente de la puerta y me escondí detrás de una columna. Después de unos minutos el extraño hombre salió para luego desvanecerse por el pasillo. Sentí curiosidad por lo que había sucedido ahí dentro. Fui testigo de un asesinato, tenía que llamar a la policía.

Cuando entré, no vi un cuerpo fallecido como esperaba, solo había un cuadro colgando de la pared. Era una pintura roja. Todo el fondo estaba cubierto a excepción de una esquina inferior de la cual se llegaba a distinguir la punta de unos zapatos relucientes.

Dicha pintura tenía por nombre: «Última víctima»

DemenciaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang