𝙺𝙰𝙿𝙸𝚃𝙴𝙻 6: Desde la perspectiva de Dylan.

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~Dylan Klebold

—¿Eric?

Él no contestaba, es más, se giró sobre sí mismo para observarle mejor sin descaro alguno. Era claro que se hallaba atónito por lo que veía y, siendo sincero, no sabía cómo iba a reaccionar Eric.

Aquel grupito iba a las carcajadas, seguramente hablando sobre chicas, la fiesta de ese fin de semana y fútbol americano. Sin embargo, se notaba a leguas que Brooks Brown no pertenecía a ellos pues se le notaba tenso y ajeno a la charla de los Jocks; solo se limitaba a sonreír incómodamente mientras procuraba quedarse adelante de todo para no llamar tanto la atención.

En un momento, el chico comenzó a mirar a todos lados, quizás tratando de encontrar una excusa que lo librara de todo ese lío. Y, entonces...

Su mirada chocó con la de Eric.

Se frenó en su sitio a la vez de que su piel se volvía tan blanca como una tiza. No esperaba llamar la atención pero captó la mirada de Harris, que le puso más incómodo porque era penetrante como una bala, profunda y que reflejaba todo aquello que el castaño callaba en ese instante.

—¡Ya muévete, Brooks!— uno de los Jocks le dió un empujón “amistoso” para que se mueva de su sitio, provocando que el mencionado girase su cabeza hacia un costado para cortar el choque de miradas. El grupo se perdió por uno de los tantos pasillos de la secundaria Columbine.

El castaño finalmente salió de su trance, tomó su celular de uno de los bolsillos de su gabardina negra y lo colocó arriba de la mesa para proceder a girarlo sobre su eje una y otra vez.

Le oí maldecir por lo bajo, dedicándole insultos a Brooks y a todos en éste miserable mundo para después meter su mano en el otro bolsillo buscando algo, pero parece que no lo encontró porque arrugó la frente como señal de desconcierto.

—hmmm, juraría haber dejado cinco dólares para el almuerzo... Seguro me los robó un judío.

—seg-guramente, m-malditos judíos— contesté tartamudeando y desconociendo de dónde había sacado las fuerzas para decir tal cosa.

«Después de todo, yo soy uno de ellos».

espero que haya buena comida, estoy muerto de hambre— susurró sin apartar la mirada de su teléfono.

Torcí la boca, la culpa me carcomía la cabeza —¿Sabés? Hoy encontré cinco dólares en mi gabardina, seguramente los dejé por error pero la verdad es que es bastante satisfactorio encontrar dinero cuando más los necesitas. Te los regalo, yo no tengo hambre...— sonreí de boca cerrada.

Dejó de mirar su celular y centró la atención en mí, sus ojos brillaban de la felicidad —¡Increíble! ¡Gracias Dylan!— se levantó rápidamente y apresuró el paso a la máquina expendedora más cercana con el fin de comprar algo que saciara su malestar.

Me relajé en la silla, sentía mucha tensión y estaba alerta ante cualquier situación. Mi ansiedad no me dejaba tranquilo y taladraba mi mente con pensamientos intrusivos.

Acostumbrado a ello, coloqué los brazos en la mesa a modo de almohada y me dejé caer: había tenido una terrible noche y no había descansado nada. Tenía bastante sueño, no sé cómo sobreviviría a éste día pero tiene la sensación de que no será la gran cosa...

«¿O sí?»

Intenté en ver todas las probabilidades de lo que podría pasar en el futuro para mentalizar como enfrentarlo sin consecuencias. Se me hacía difícil pues no paro de pensar en todos los aspectos negativos de estar vivo, entenderlo todo no trae verdaderamente felicidad pero no nos resguarda de tener consciencia de lo que nunca podremos ser de nosotros mismos. La vida gira en un espiral que cada vez es más difícil de atravesar y más difícil de dejarlo atrás, no obstante no hay que soltar de todo el pasado y mucho menos ignorarlo pues todas las experiencias anteriores conllevan a la persona que soy hoy.

¿𝑨𝒖𝒏 𝒄𝒓𝒆𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒖 𝒃𝒓𝒐𝒎𝒂 𝒆𝒔 𝒅𝒊𝒗𝒆𝒓𝒕𝒊𝒅𝒂? | Dylric Donde viven las historias. Descúbrelo ahora