𝙺𝙰𝙿𝙸𝚃𝙴𝙻 12: Fiesta de fin de semana.

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{Dylan Klebold}

—anda, no seas tan amargado.

—ya te dije que no, basta.

Estuvimos lo que quedaba el resto de aquella tarde discutiendo sobre ir a una fiesta de fin de semana con Eric, pero hablar con él es lo mismo que intentar sacarle charla a una pared.

Pongo cara de cachorro —hazlo... por mí.

Él enmudece unos instantes para finalmente volver a rechazar la propuesta.

El castaño me mira serio —no iré, no sé quiénes son y no tengo ganas de conocer ni socializar con nadie.

Se me prende el foco —no necesariamente tienes que estar en la fiesta, si quieres puedes quedarte en el BMW y dormir— cambia su cara, mirándome de reojo.

Gira su cabeza para espiar sobre su hombro —hmmm, me interesa— confiesa con una sonrisa.

—¡Sí!— exclamo victorioso cerrando mis puños —¿Tenemos un trato?— ofrezco mi mano para sentenciar la decisión y él la estrecha.

Ansioso, corro a mi cuarto para vestirme presentable: unos jeans, botas negras militares, una remera blanca y pasé al baño de mi habitación para lavarme el rostro, cepillar mi pelo para atarlo con una liga. Abro una gaveta  en donde guardaba mis perfumes y colonias, también mis desodorantes; en otra, saqué una toalla para secarme la cara.

Una vez satisfecho con mi apariencia, desciendo las escaleras y encuentro a Eric tomando vodka desde una botella como si no hubiera un mañana. Él se da cuenta de mi presencia y guarda la mencionada bebida —lo siento, no es agradable su sabor pero sus efectos son ¡Pufff!

El aliento me repugna —cielos, ve a lavarte la boca— carcajea como si fuera un loco pero me hace caso.

Finalizado eso, él conduce hasta su casa para vestir una remera de KMFDM, unos pantalones de cargo negros y botas militares del mismo color. Aunque se quedaría en el auto, lavó su rostro y cepilló su castaño cabello, aplicó crema hidratante a su demacrada cara y a sus delgadas manos.

Finalmente, marchamos hacia la casa de una amiga: Devon Adams, la anfitriona de la fiesta.

Siguiendo con la costumbre, Eric es el conductor. Lo noto ido, con la mirada perdida y su rostro está tenso. Respira pesado, aprieta el volante y queriendo pronunciar algo pero no lo hace: no encuentra palabras para expresarse.

Siento un vacío a pesar de no ser el causante de la incómoda compañía y quiero alivianar el ambiente acercando mi mano a su rostro. Sin embargo él se da cuenta de mi accionar por el rabillo del ojo y me mira prejuicioso, haciéndome estremecer y arrepentirme de arreglar la situación.

Me armo de valor —¿Hay algo de lo que quieras hablar, Eric?

El exhala —no voy a quedarme...

Se me ponen los pelos de punta —¿Qué quieres decir co-

Él sonríe abiertamente —"no voy a quedarme..." ¡Dentro del auto!— alarga la letra O y se coloca unos lentes oscuros al mismo tiempo —¿Cómo me veo?

Río entre dientes —horrendo, como siempre— sorpresivamente no obtengo respuesta violenta de su parte, cosa rara en él. —hey, ¿Cuánto falt-

Vuelve a interrumpirme, frenando de golpe lo que provoca que me pegue con el vidrio por acción de la inercia. Antes de que pueda reclamarle él se baja del vehículo y cierra con un portazo, ríe y me saca el dedo del medio.

—¡Aprende a usar el cinturón, rubia!

Gruño y le sigo el juego, le veo tocar el timbre del complejo de departamentos y recostarse en el portón para luego sacar un cigarrillo, prenderlo y disfrutar de la nicotina.

¿𝑨𝒖𝒏 𝒄𝒓𝒆𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒖 𝒃𝒓𝒐𝒎𝒂 𝒆𝒔 𝒅𝒊𝒗𝒆𝒓𝒕𝒊𝒅𝒂? | Dylric Where stories live. Discover now