Cap.8=Nada fue real

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Capítulo ocho

Me siento muy, pero muy relajada.

Es todo lo que tengo para decir.

Estiro mi cuerpo sobre la cama suave en la que estoy y me doy media vuelta para seguir con mi fantástica siesta.

Hacía mucho que no me desconectaba de todo como ahora.

Jalo el edredón para arroparme mejor al sentir un poco de frío en el cuello y rostro gracias a que el aire acondicionado sigue estando bajo; no obstante mi mente me hace un pequeño repaso de lo que ha pasado con anterioridad y abro los ojos inmediatamente.

¿En dónde estoy?

Me levanto abruptamente y mis ojos escanean todo el lugar haciendo que me de cuenta de dos cosas. La primera es que sigo estando en la habitación de él, y lo segundo es que Mason yace sentado a un costado de la cama con un pequeño libro en sus manos que no duda en cerrar y guardar al ver que me he despertado para posar toda su atención sobre mí.

—¿Tuviste dulces sueños, Laura? —cuestiona con cierto tono burlesco y salgo de la cama en un brinco mientras maldigo por lo bajo.

¡Mierda!

¿Cómo fue que yo...?

Lo último que recuerdo es que él me dió a probar de su comida para que supiera lo buena que estaba y al final me senté en la cama para darle sus últimas medicinas, pero eso es todo.

Luego de eso no hay nada, todo está en blanco.

—Disculpeme, mayor, no fue mi...

Me corta —¿Qué te he dicho de llamarme así aquí?

—Lo siento, Mason —corrijo —no sé en qué momento yo...

—Está bien, además, no deberías contarlo, ya que Dilan está escuchando, pero verte dormir fue relajante —admite de manera desinteresada y su mirada fija no hace más que me retuersa cual gusano en mi sitio.

Me pide a mí que no diga nada y él es el primero en revelar lo que ha pasado... Impresionante.

Sinceramente lo que me cuenta no es desagradable, diría que me causa sensaciones inexplicables, pero yo no soy una mortal y no debo perderme en su intenso mirar casi dorado.

Ya me quiero ir.

¿Qué hora es para empezar?

La puerta es tocada suavemente y dirijo la vista en dirección a la misma, abro y cierro la boca sin saber que decir o hacer y al final me decido por señalarla antes de volver con él —¿Pediste que alguien viniera? —pregunto y este niega saliendo de la cama como estuviese en perfectas condiciones —¡Oye, ten cuidado!—me aproximo lo más que pueda para vigilar sus movimientos y que sus heridas no vuelvan a abrirse, aunque lo curioso aquí es como este sigue como si nada.

¿Acaso no siente dolor o qué?

Yo creo que si tuviese las mismas heridas prácticamente me la pasaría con fiebre de cuarenta y en la cama por cinco días.

Su expresión neutra antes de abrir hace que de un paso hacia atrás escondiendome detrás de él como si de un muro se tratase.

Aunque un muro ya es, pero de músculos bien formados que lo hacen ver cómo un dios.

Me asomo a duras penas por un costado de su hombro para observar quién es o quiénes son las personas que están e inmediatamente, en cuestiones de segundos, hago que mis ojos recorran la espectacular silueta de una morena alta con cabello rubio, labios voluptuosos, ojos tan verdes como los míos, nariz respingada, cejas gruesas y rostro esculpido por horas con lo que estoy segura que son kilos de maquillaje.

La mirada de ella cae sobre mí al mismo tiempo que lo sigue viendo a él como si estuviese pidiendo explicaciones, cruza la puerta sin más haciendo que ambos quedemos pegados a la misma y estoy segura que en mi rostro yace, en este instante, un enorme signo de interrogación que nadie podrá quitar.

No estoy entendiendo nada.

¿Quién es ella?

—¿Algo que decir al respecto, amorcito?

¿Amorcito?

No me digas que él...

Ya decía yo que era falso eso de que no tuviese a nadie.

Aplasto mis labios sintiéndome la tercera persona metida en todo esto y junto mis manos de manera nerviosa sintiendo una pequeña presión en el pecho que rápidamente reemplazo diciéndome una y otra vez que puede que sea por lo incómoda que me siento estando atrapada con ellos aquí.

Aunque a quién quiero mentir...

Todo lo que pensé en su momento sobre la familia y en como me hizo sentir él solo lo decía por una mera actuación, ya que puede que alguien nos estuviera escuchando ese día, por lo tanto la única que pensó en ello fui yo.

La única que malinterpreto las cosas fui yo.

Nada fue real.

Nada con él debe ser real.

Suspiro levemente. Esto ya me queda de lección antes de tomarme todo a pecho.

—¡Señorita Azane, le he dicho que el A... —mi jefa se queda perpleja al verme y baja la mirada al suelo sin moverse desde donde está —lo siento por interrumpir, señor Mason.

¿Eh?

—¿Y bien, me explicas quién es esta —amaga oliendo el aire y hace una mueca de desagrado —humana y por qué está contigo?

¿Humana?

¿A qué se refiere con humana?

Definitivamente en esta casa pasan cosas extrañas de las que no me estoy enterando.

—Azane, te he dicho cientos de veces que no vengas aquí sin avisarme o puedes causar problemas.

—Y vaya que ya veo cuáles son los problemas. Llegó aquí lo más rápido que puedo al enterarme de que estás mal y me encuentro con esto o esta —habla de manera despectiva y cruza sus brazos marcando distancia —de verdad que no sé hasta cuándo voy a soportar esto contigo...

—Azane, —Mason la corta diciendo su nombre de manera potente, tanto que hasta a mí logra erizarme los pelitos de los brazos —no estoy para juegos hoy y ya te he recalcado cientos de veces que lo tuyo y lo mío termino. —enfatiza esta última palabra y me observa de reojo para ver mi reacción de manera preocupada, sin embargo, yo no hago más que prestarme para escuchar, aunque sería una buena opción irme y no sentirme más deprimente de lo que ya lo estoy.

No lo vale.

—¿Entonces al final es cierto que me vas a dejar porque la encontraste? —levanta una de sus cejas de manera desafiante y este se queda en absoluto silencio haciendo que nuevamente los ojos de ella recaigan sobre mí— no me digas que...

—Cállate la puta boca o haré que no salgas de aquí —demanda y da dos pasos hacia ella confrontandola —no te atrevas a decirlo o tan siquiera mencionarlo —masculla y gira levemente su cabeza a su hombro derecho —Martha, saca a Laura de aquí. —ordena.

—Sí, señor. —la señora Leprince corre hasta donde estoy y antes de que pueda tomarme del brazo para jalarme consigo yo empiezo a caminar fuera de la habitación.

—No hace falta que me eche, yo me sé el camino, sr. Mason —recalco con ironía y ruedo mis ojos fingiendo estar desinteresada en todo lo que está sucediendo.

Es lo más que puedo hacer ahora.

No tengo ánimos de nada.

Mi jefa cierra la puerta detrás de ella al yo estar a unos cuantos pasos lejos; no obstante eso no es impedimento para que pueda escuchar lo siguiente que sale de su boca.

—¿Si sabes que si terminas la tregua hay guerra, no?










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Operación D ©Where stories live. Discover now