Cap.9=Concentración y enojo

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Capítulo nueve

¿Qué fue lo que trato de decir la rubia de farmacia con guerra?

—Ve al dormitorio, ya todas están ahí. —la señora Martha habla detrás de mí, pero ignoro totalmente lo que me dice.

¿Por qué será que todo lo que lo rodea tiene que ser distinto a como es con el resto?

¿Cómo es que un simple empleado o mano derecha tenga igual, tanto o más poder de llevar todo?

Diría incluso que una palabra suya vale más que la del señor Antonio.

Aquí hay gato encerrado...

Junto mis cejas de manera confusa y en vez de seguir recto hacia el pasillo que da hacia nuestras habitaciones dentro de la mansión comienzo a bajar las escaleras.

>>—¿A dónde vas, Laura? —mi jefa hace que me frene en seco a mitad de camino y giro a verla desde una posición inferior a la que ella está.

—¿Por un café a la cocina? —respondo de manera dudosa.

—¿Niña, no sabes que hora es para que tomes café a esta hora?

Niego —Me quedé dormida y no tengo ni una pizca de sueño, de hecho diría que quiero salir al patio trasero a tomar aire frío, lo necesito...

—Laura —baja tres escalones —son las una de la madrugada y necesitas descansar para que rindas hoy en la mañana, aparte —baja dos más —¿Más aire frío del que ya tenemos en la casa? ¿Quieres morirte de hipotermia, niña? —termina por bajar los que le faltan y pone una de sus manos en uno de mis hombros —yo digo que mejor vayas a acostarte a descansar.

—Señora Leprince, como le repito, no tengo sueño, de hecho —toco mi estómago sintiendo el vacío que tengo tanto por no comer como por lo que acaba de suceder —lo más probable es que termine haciéndome algo.

Suspira y baja su mano —No hay remedio, ven conmigo —comienza a bajar rápidamente al primer piso. —te haré algo rápido.

—No hace falta tanta molestia, —la sigo —puedo hacerlo yo sola, no se preocupe y vaya a descansar.

Niega abiertamente entrando a la cocina teniendome a mí detrás —No pienso dejarte con hambre —entro al lugar con ella y me señala la punta de la isla donde siempre se situa ella —toma asiento y espera, ¿Me dijiste café, no? —cuestiona prendiendo la máquina de hacerlos —¿Otra cosa que se te antoje comer?

—Ya que veo que no voy a poder decirle que no. —hago una pequeña pausa —Para mí está bien un sándwich.

—Entonces un sándwich será. —comienza a buscar las cosas para prepararlo y de mientras juego con mis manos encima de la mesa de forma nerviosa.

Ellos aún siguen ahí.

Si tan solo pudiese...

No, Molly. Sea lo que sea que ellos estén teniendo no te debe interesar en lo más mínimo.

¡¿Por Dios, cómo es que supuestamente caiste por él en menos de tres días?!

¿Estás loca?

Ya deja de pensar en ello y busca un tema de conversación para la señora Martha que está concentrada haciéndote tu emparedado y sacando el café.

Veo con detenimiento todos sus movimientos coordinados y estoy casi segura que si le pregunto algo en este momento contestaría por acto impulso.

Es mi momento.

—¿Por qué tratan a Mason como si fuese un jefe más de la casa? —suelto eliminando el silencio y esta se gira con el plato listo en la mano y el café en la otra.

Muy tarde para cuestionar.

Deja lo que le pedí cerca de mí y se gira hacia las cosas que ensucio para limpiarlas, no sin antes contestarme —Cuando el señor Mason no estaba nuestro jefe estaba a punto de perder todo, incluso yo estaba cerca de perder mi empleo, ya que era la única en la mansión, pero él llegó y le ofreció una propuesta al señor Antonio de la cual no tengo idea e hizo que todo volviese a estar en pie. Por eso tu hermano es tan importante para todos nosotros, Laura —admite con nostalgia —y es por eso que también lo tratamos como si fuese otro señor de la casa.

—Pero diría que incluso este tiene más autoridad que el propio señor Antonio —susurro y mi jefa se da la vuelta habiendo acabado.

—Cuando termines deja el plato y taza en el lavavajillas, y no, —seca sus manos mojadas con su delantal —si el señor Antonio no confirma las órdenes tu hermano no puede hacer nada. —niega levemente y se aproxima a la salida de la cocina al ver que no tengo nada más que decir —si sales prométeme que no te tiraras a morirás de hipotermia, de lo contrario acto seguido muero yo.

Sonrío —¿Y quién la va a querer matar?

—Tu hermano —demanda inmediatamente y levanto las cejas con impresión por su respuesta tan afirmada.

Esto se siente extraño, ya que siento que, por alguna extraña razón, me tienen vigilada y me están cuidando.

O al menos es lo que pienso.

Le hago un gesto con la mano restando importancia —Me termino esto y subo, ya no tengo mucho interés en salir.

—Bueno, dejaré una de las lámparas encendidas para que puedas ver por dónde vas al llegar a la habitación —y con esto sale sin más del espacio dejándome con un silencio brutal que me taladra los oídos, pero con otra pregunta más que vuelve ruidosa mi mente.

¿Qué es lo que hiciste para tener lo que tienes ahora, Mason?

Observo el humito saliendo de la taza de café y doy mi primer sorbo mientras me bajo de la silla y me encamino a la puerta que da a la parte trasera de la casa, la abro y nada más poner un pie fuera escucho y siento el viento correr y chocar con mi piel poniéndola de gallina.

Acuno mis manos en la taza para calentarme un poco y doy otro sorbo al café, camino hasta el centro del jardín y sin darme cuenta mis ojos se pierden en los bancos de nubes que a penas dejan ver las estrellas.

Al menos esto hace que no piense tanto en lo que acaba de suceder; no obstante, eso no quita que tengo muchas preguntas en mi mente que quisiera resolver de una buena vez por todas.

Nadie me dijo a mí que ser una supuesta espía involucraba tantas cosas... O es eso o es que le estoy dando vuelta a cosas mínimas.

“¿Si sabes que si terminas la tregua hay guerra, no?”.

¿Cuál guerra?

¿De qué habla toda esta gente?

¿Tal vez se refería a una guerra por dejarla tirada?

—¡Ahhh! Que molesto es tener que estar pensando siempre en esas cosas y que en el proceso este él. —chillo molesta y tuerzo los labios con desagrado —¿Por qué no pienso en los chicos que vi en la base en su momento? ¿Por qué no pueden ser otros? —dejo salir un suspiro y al sentir esa brisa de frío vuelvo a darle un sorbo a mi café.

—¿Qué chicos? —escucho su voz gruesa justo detrás de mí y doy un pequeño brinco en mi lugar girandome rápidamente para encararlo. —¿Cuáles otros? —cuestiona acortando la poca distancia que hay entre los dos y yo me limito a quedarme en silencio como si no hubiese dicho absolutamente nada, pero puede que el intenso color rojo en mis mejillas me delate.

No quiero tener que contarle a mi supuesto superior que ando pensando en él la mayor parte del día.

Me niego rotundamente.

Sus ojos dorados brillan con intensidad en la oscuridad dándome un golpe justo en el estómago y la expresión molesta en su rostro me deja más que perpleja en mi lugar.

¿Qué está pasando?












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Operación D ©Where stories live. Discover now