Cap.12=Fiebre

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Capítulo doce

Me desmayé.

De eso estoy completamente segura, pero de lo que no estoy segura es de lo que está ocurriendo en estos momentos, ya que siento como me muevo inconscientemente de un lado a otro.

—¡Leprince! —escucho gritos de Mason prácticamente en el oído y me quejo notoriamente mientras abro los ojos poco a poco.

¿Estoy en la mansión?

—Señor, dígame —escucho a mi jefa hablar apresurada y con esto confirmo que estoy en casa.

Necesito seguir con mis tareas, de lo contrario seré un fracaso para ellos y no quiero regresar a la base.

No ahora.

Me remuevo sintiendo como mi cuerpo yace un poco encogido y hago que la poca funcionalidad de mi cerebro regrese notando dos cosas. La primera es que al fin puedo oler su perfume sin necesidad de respirar exageradamente para ello, y lo segundo, es como siento sus fuertes brazos enrollados en mi cuerpo mientras sube las escaleras sin hacerse notar ni un pelín agotado.

—Llama al doctor, Martha, dile que lo necesito aquí ya. Molly está temblando de frío y tiene una temperatura que supera fácilmente los treinta y nueve grados.

¿Eh?

¿Acaba de decir mi nombre frente a...?

—Ya mismo, señor —la voz de mi jefa desaparece en menos de un segundo y con los ojos ardiendo lo veo directamente a su rostro notando cierta preocupación.

Aquí la única preocupación que debe tener es la lluvia de preguntas que le van a caer luego de que se me pase todo esto.

Y no precisamente preguntas de parte mía.

El dolor de cabeza me llega nuevamente de manera punzante y rápidamente cierro los ojos intentando sobrellevar el dolor que evidentemente no se va a ir hasta que no me tome algo. Escucho como Mason abre unas puertas causando un estruendo y ligeramente observo como me lleva directamente a su cama.

Estamos en su habitación, otra vez.

Creo que esto ya es costumbre.

Con cuidado me deja sobre el borde y se agacha a mi altura para vigilarme, de la nada noto como sus manos quitan lentamente los mechones de cabello que caen por mi rostro mientras yo solo me dedico a respirar agitada —Ya vienen a ayudarte, estoy seguro. —me dice mandándole un golpe directo a mi corazón, sin embargo quitó cualquier tipo de ilusión que esto pueda crear entre los dos, ya que él no es tan bueno con las chicas y solo está siendo cortés, o al menos es lo que creo —¿Dónde carajos está Martha? —susurra y se levanta dejándome atrás para ir directamente a la puerta y gritarle a mi jefa —¡Leprince! ¡Dame una maldita respuesta!

Demanda con un tono de voz prepotente y junto mis cejas molesta por como se le hace tan fácil estar al borde del colapso con los demás empleados solo por mí.

Por mí...

—Señor el doctor dijo que estará aquí en quince minutos, —escucho los pasos de ambos adentrarse hasta donde estoy —y que como ella es diferente usted debería meterla bajo la ducha con agua fría para regular su temperatura.

¿Qué yo soy diferente? ¿A que se refiere con eso? ¿Acaso soy algún tipo de extraterrestre o qué?

—Entonces abre la llave del baño y pon la regadera helada, —Mason se acerca para tomarme y mi cuerpo en un acto reflejo rueda al centro de la cama llevándome conmigo las sábanas en su proceso.

Siento que me voy a congelar y aún así quieren meterme al baño... Prefiero morirme.

>>—No seas terca, ven aquí —el chico de rostro pecoso jala las sábanas llevándome consigo y al momento de tenerme lo suficientemente cerca me toma de las piernas y brazos.

—Mason, no —demando y toso automáticamente al sentir mi garganta rasposa, pero él ignora completamente lo que digo y me levanta de la cama, enrollo mis piernas a su cintura al tenerlo frente a mí y sus manos bajan de mis costados, que fue por dónde me agarró, a mis piernas.

Nuestras miradas se entrelazan sin dudarlo al sentirnos el uno con el otro y por acto reflejo dejo caer mi rostro a su hombro notando lo agotada que todo esto me ha dejado.

Ahorita no estoy para estarme resistiendo a lo que sea que haga.

Cierro los ojos al ver como nos adentramos al baño y sin previo aviso siento el agua recorrerme cada centímetro de la piel haciéndome estremecer, aprieto el agarre de mis brazos sobre él por el frío extremo que estoy experimentando y después de unos minutos noto como nos saca de la ducha mientras moja todo a su paso.

—Ya la siento menos caliente. —habla para mi supuesta jefa —Martha, trae las toallas necesarias para que la atiendas y la acuestas en mi cama a lo que llega el doctor, yo me cambiaré abajo, —me deja de pie a unos centímetros de la cama y vuelve a quitar los mechones de cabello mojados que se me pegan de la cara — mandaré a las chicas a traer las bolsas con las compras para que tengas que ponerle. —y con esto se aleja de mí hasta desaparecer por la puerta causando un vacío en mi interior.

Al final volverá, sé que estará aquí conmigo, pero por qué me permito sentir esto por alguien que se nota que juega con todas.

No es justo.

Además... El ver cómo se le pegaba la camisa blanca al cuerpo haciendo notar sus abdominales, sus brazos, como su cabello se pegaba a su frente y la intensidad de su olor dándome de lleno en la nariz, su rostro preocupado y serio...

¡Corazón, controlate!

—A ver, Laura, —la señora Leprince se coloca a un costado de mí desabrochando el traje de sirvienta —levanta un poquito los brazos que voy a secarte y cambiarte.

—No hace falta —pongo una de mis manos sobre las suyas con cautela —yo puedo hacer esto sola.

Mi jefa levanta una ceja incrédula —Estás ardiendo en fiebre, Laura. En estos momentos es mejor que descanses y que todos estemos pendiente de ti —cruza sus brazos por unos segundos para después seguir quitándome la ropa —déjame ayudarte, niña, no hagas que esta mujer casi anciana te regañe más —advierte en modo de broma y le doy una pequeña sonrisa, ya que me acaba de transmitir la misma aura que mi mamá tenía sobre mí cuando aún era niña.

Mi mamá...

La puerta es tocada llamando la atención de las dos y la señora Leprince no duda en enrollarme con la toalla al terminar de sacarme la ropa, >>—Pasen —demanda y corre con mi ropa mojada en sus mano hasta el baño y la tira en la canasta, cierra detrás de ella y ambas nuevamente regresamos, esta vez, a las chicas quienes traen un sin fin de bolsas de las diferentes tiendas a las que fuimos —dejen todo en el armario y salgan inmediatamente.

—Entendido. —la sobrina de Martha asiente y su mirada se topa por unos segundos con la mía, sin embargo, baja la cabeza y continua con su mandato hasta que sale con las demás sin decir absolutamente nada.

Vaya, eso es nuevo.

¿O quizá sea porque este mala?

—Bien, Laurita —mi jefa llama mi atención mientras camina hacia el armario y abre sus dos puertas dejándome ver lo grande que es —toda la ropa que hay en las bolsas es tuya —¿Cómo? —así que dime con que te sentirías cómoda para... — poco a poco escucho como su voz se difumina mientras saca de las bolsas varias prendas en conjunto que me gustaron.

“La cantidad de dinero a gastar no importa, no hay límites, solo quiero que cada cosa que toque o se fije ella la busquen en su talla aproximada, porque lo pienso comprar, ¿entendido?”.

Sus palabras de hace horas se repiten en mi cabeza y pestañeo varias veces volviendo a mirar para comprobar que todo lo que va sacando mi jefa es absolutamente todo lo que yo he tocado, mirado o deseado de aquellos lugares, por lo tanto, quiere decir que él...

Él hablaba de mí.



















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Operación D ©Where stories live. Discover now