1. Despedida

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Un día de abril, en un sitio de un pequeño pueblo.

Estamos sentadas en un restaurante. Somos el punto de atención, tres jóvenes muy guapas. Acaba de venir el camarero para preguntarnos qué queremos pedir, toma nota y se va.

—Cat, ¿entonces te mudas? —exclama Paula con la voz entrecortada.

—Sí... esto es un fastidio. No quiero distanciarme de vosotras.

—Joder, te vamos a echar muchísimo de menos —dice Sofía conteniéndose las lágrimas.

—Lo sé, yo también os extrañaré a vosotras.

Antes de romper a llorar nos abrazamos. Les voy a echar mucho de menos, muchísimo. Y ellas no son la única persona a la cual voy a extrañar...

—¿Y qué vas a hacer con Max? —pregunta Paula.

Max... mi novio, la persona con la que siempre he pensado cuando hablaban del futuro. Siempre me he imaginado casarme con él, tener hijos y envejecer juntos hasta que la muerte nos separe. Quién diría que algo tan simple como la distancia me haría dudar de nuestra relación.

—Vamos a seguir juntos. La distancia no va a poder con el amor que sentimos. Además, hablaremos todos los días, haremos videollamadas y todo irá bien.

—Ya sabes lo que pienso de las relaciones a distancia.

Sofía y yo tenemos diferentes formas de pensar en muchos temas, por ejemplo en el de las relaciones a distancia. Ella piensa que la distancia es un gran inconveniente en las relaciones amorosas. Yo no pienso eso, es cierto que es muy duro estar separado de la persona a la que amas, pero si el amor es más fuerte, la distancia no será un obstáculo. Aunque Sofía y yo seamos opuestas en algunas cosas, la aprecio mucho y también será muy duro separarme de ella.

—Cat, no le hagas caso, yo estoy segura de que os irá muy bien a pesar de estar distanciados —dice Paula, intentando animarme.

Paula es una gran amiga. Es la más vergonzosa de las tres pero también la más comprensiva. Ella me ayudó mucho cuando mi madre se marchó, lo pasé realmente mal y ella siempre ha estado para mí. Le tengo un cariño especial.

—Gracias Paula, y a ti también Sofía. Os quiero mucho, en serio, sois las mejores —balbuceo mientras se me cae la primera lágrima de muchas.

Sofía y Paula se apresuran a abrazarme y darme incontables besos en la mejilla, frente y nariz.

—No te olvides de nosotras, eh. Y tienes que venir a visitarnos.

—Nunca os olvidaré y obviamente que os voy a visitar, os quiero demasiado.

Hace un mes, en una llamada telefónica.

Hablamos lo de siempre; cómo me va el instituto, mis amigos, mi padre, qué tal está ella, sus aventuras...

—Catalina, tengo una cosa que preguntarte —exclama mi madre.

—Dime.

—Esto... mmm... tú... eh... ¿Te gustaría vivir conmigo una temporada? —suelta nerviosa.

¿Vivir con mi madre? Pues... no sé, la verdad. Tengo toda mi vida aquí y, mudarme... sería difícil.

—Mamá, es difícil lo que me pides. Mi vida está aquí.

—Lo sé, lo sé. Pero me encantaría vivir contigo, aunque sea unos meses. Te echo de menos, Cat.

Mi corazón se ablanda. Tal vez podría darle una oportunidad y ir a vivir con ella.

—Yo también te echo de menos, me lo pensaré ¿vale?

En el otro lado del teléfono, mi madre esboza una gran sonrisa.

—Perfecto. Tú piénsatelo, no hay prisa, cariño.

—Vale, bueno, me tengo que ir. Adiós, mamá.

—Adiós, Cat.

Pulso el botón de colgar.

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