35. Escúchame, ¿vale?

93 3 0
                                    

Ese mismo día, en esa misma casa, poco tiempo después.

Me despido de Tina y de Chloe. A la pequeña le lanzo un beso. Ella lo agarra y me sonríe encantadora. Es tan adorable...

Jorge y Rosa están sentados en la mesa de la cocina hablando tranquilamente. Menos mal que mi madre está de mejor estado de ánimo.

—¿Lo habéis solucionado?

—Sí, gracias a Tina ya tenemos catering contratado —me aclara Rosa.

Jorge me sonríe y me mira demasiado. Me siento un poco incómoda. Me marcho.

Me siento en la silla de mi escritorio. Me apetece maquillarme un poco. Me aplico máscara de pestañas, delineado, un poco de colorete, bálsamo labial.

Un golpe en mi ventana me alerta. ¿Se ha estrellado un pájaro contra el cristal? Otro golpe. ¿O es que vienen a robar?

Agarro unas tijeras y me preparo para lo peor. Mi ventana está cerrada.

Otro ruido. Abro la ventana y me asomo. ¡Es Bruno!

—Pero ¿qué haces? —le grito.

—Menos mal, pensaba que no estabas —me sonríe—. Ah, estoy tirando piedras a la ventana.

Esta situación me recuerda a cuando en Lisboa nuestros amigos empezaron a tirar limones a la ventana de nuestra habitación. Aunque esta vez son piedras.

—¿No puedes usar la puerta como la gente normal?

—Cat, hay que añadir un poco de extravagancia en esta vida.

—Ya... Anda, sube.

Bruno arquea una ceja.

—¿Cómo se supone que tengo que subir?

—Ahora vengo.

Rebusco en unos cuantos cajones y lo encuentro. Una cuerda. Es lo bastante larga y fuerte para soportar su peso.

—Con esta cuerda —le enseño.

—¿Me tomas el pelo?

—No —niego la cabeza—. Oh... ¿Bruno Tucci tiene miedo?

—¿Qué? No. Tírame la cuerda.

Le hago caso. La cuerda cae hasta el suelo. Le hago varios nudos a la pata de mi escritorio, para asegurarme de que no se suelta.

—Ya está —le aviso—. Sube.

Se arma de valor y empieza a trepar. En unos segundos, llega al final de la cuerda. Le abro completamente la ventana y pasa adentro.

—Lo has conseguido.

—Siempre consigo todo lo que me propongo —me guiña un ojo y se tumba en la cama.

—La arrogancia en persona —bromeo. Entorna las ojos.

Me tumbo junto a él. Miramos fijamente al techo. Se gira y me contempla.

—Estás muy guapa.

—¿Estoy? ¿O lo soy?

—Lo eres. Error mío —sonríe. Yo también lo hago.

—Gracias, pajarito —nos echamos a reír.

Le abrazo, un fuerte abrazo. Y le beso. Y me besa. Y nos revolcamos. Uno encima del otro. Y el ambiente se calienta. Y nos empezamos a desvestir. Fuera camisa. Fuera sujetador. Fuera pantalones. Y, por último, fuera braguitas.

Me acaricia, recorre mi cuerpo. Moldea mi figura. Posa sus manos en mi trasero. Gimo de excitación.

Las mariposas de mi estómago se reparten por todo mi cuerpo. Vuelan libres por todas las partes de mí. Sintiendo cosquilleos y escalofríos en cada extremidad.

Enséñame a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora