48. Una cosa buena

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Ese mismo día, en ese hospital, un rato después.

Rosa ha venido. Nos saludamos con dos besos en la mejilla. Lleva puesta una franela blanca y unos pantalones extravagantes. Como siempre, el pelo bien recogido en una elegante trenza.

Últimamente, ella y mi madre se han hecho muy amigas. Mamá me ha contado que esta siendo un momento duro para ella.

Su hija está en el hospital y su supuesto prometido era ni más ni menos que un desquiciado.

El padre de Cat, Ángel, también ha venido. Se está quedando un tiempo en Barcelona por su hija. Lleva una camisa negra con los primeros botones desabrochados, unos tejanos cortos y unas zapatillas deportivas.

Mía se levanta de su asiento y les invita a tomar algo en la cafetería. Ellos aceptan amablemente.

—Cat ha sido la única que me ha ayudado en momentos tristes —Dafne rompe el gélido hielo. Nos volvemos y la miramos. Observa el suelo, cabizbaja.

—A mí también —admite Miriam—. Cuando Mía y tú os peleasteis fue un gran apoyo —Dafne asiente con la cabeza—. ¿Qué os parece si decimos cada uno de nosotros una cosa buena de Cat?

—Está bien —acepto. Los demás también se muestran de acuerdo.

—Empiezo yo —nos indica Miriam—. Su empatía hacia los demás.

—Cuando alguien estaba incómodo, ella lo ayudaba a integrarse —exclama Dafne.

—Si algo le parecía mal, ella no se quedaba callada, daba su opinión —Xavier sonríe al recordar algún momento.

Se hace un silencio. Es mi turno.

—Bruno, te toca.

¿Una cosa buena de ella? ¿Solo una? Está bien.

El poder expresarte, desahogarte y saber que ella no te iba a juzgar.

La buena vibra y la alegría que desprendía al lugar que fuese.

Era capaz de sacarte una sonrisa por muy mal que estuvieras.

Sus pequeños enfados y rabietas, se veía tierna cuando estaba enfadada.

Su físico, de los pies a la cabeza, era perfecta.

El brillo en sus ojos cuando hablaba de algo que le apasionaba.

La manera en la que arrugaba la nariz cuando algo le disgustaba.

Sus mejillas coloradas cuando le decía algo bonito, algo le daba vergüenza o le ponía nerviosa.

La manera en la que trataba a mi hermana pequeña. Ella y Chloe parecían hermanas.

—Pues yo creo que... —no termino la frase porque cuando me doy cuenta, me encuentro solo en la sala. No hay ni rastro de mis amigos.

¿Dónde mierda se han ido?

Me levanto decidido para ir a buscarlos. En la cafetería, Mía sigue charlando con mis suegros. Ellos me ven y me indican que me acerque.

Enderezo mi postura, siempre hay que causar buena impresión a los padres de tu novia.

Me siento en la única silla libre que queda, al lado de Mía. Ella me lanza una mirada encantadora.

—Estábamos hablando de ti —me informa Mía. ¿Qué? Espero que Mía no haya dicho nada malo.

—¿De mí?

—Sí —ella asiente con la cabeza.

—Ah.

Se hace un silencio incómodo. Tierra trágame...

Enséñame a quererteWhere stories live. Discover now