29. Barbie roba novios

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Un día cualquiera de mayo, en una gran casa, por la tarde.

Correteo por mi habitación. De repente, me encuentro enfrente del espejo llorando.

«Ojalá te mueras». Esas palabras retumban en mi cabeza. Sé que es Daniela y que no me debería de importar lo que me dijera pero soy demasiado sensible.

Oigo el timbre. Alguien ha llamado.

—¡Ya voy! —grita mi madre. Llega hasta la puerta y la abre. Bajo las escaleras.

Los ojos azules de Rosa se abren por completo. Su cara es la definición de sorpresa.

En la puerta, hay una mujer de unos cuarenta años. Lleva la parte de atrás del pelo rapado. En su nariz respingada se puede ver el septum. Tiene un aspecto juvenil.

—¡Hola, hermanita! —Brenda le da un abrazo rápido.

—¿Qué haces aquí?

—¿Qué pasa? ¿No te alegras de verme? Papá y mamá me han dicho que te vas a casar, por cierto, no me ha llegado la invitación. Quería ver a mi hermana de blanco.

—No te ha llegado la invitación, ni te llegará en ningún momento.

—No me trates así, anda —entra a la casa sin el permiso de nadie—. ¡Ey, sobrina!

—Hola, tía —le saludo sin entusiasmo.

—Que mayor estás, no te veía desde... ni idea —se ríe ella sola—. Bueno, Rosa, ¿no me vas a enseñar la casa?

—Claro —sonríe forzadamente.

Mi madre le enseña la cocina, el salón, el dormitorio, el baño y el resto de la casa.

—Mola —concluye ella.

—Ya.

—Tranquila que no me voy a quedar aquí, me he instalado en un hotel cercano.

—Mejor.

—Rosa creo que sería mejor superar las diferencias del pasado, ¿sabes?

Se hace un silencio.

—Muy bien, Brenda. Te voy a dar una última oportunidad, como vuelvas a fastidiarla no te voy a querer ver en mi vida, ¿vale?

—Trato hecho —Brenda le da la mano, Rosa le ignora y pasa de largo.

Brenda me ve observando la escena y decide hablarme:

—Tu madre es una exagerada.

—Siempre he sabido que os odiabais pero nunca me ha explicado el porqué.

—¿Quieres que te lo cuente?

—Sí.

Se sienta junto a mí en el sofá. Me roba la bolsa de patatas Lay's que tenía en mi mano. Empieza a comer patatas.

—Todo empezó cuando éramos unas crías. Más o menos con tu edad. ¿Tienes quince, no?

—Dieciséis —le rectifico.

—Ah, eso. Bueno, Rosa se enamoró de un chico, para qué mentir, estaba cañón —se ríe—. Pero no fue un simple amor, se enamoró bien, eh.

—Sigue.

—Yo nunca me he tomado el amor en serio, y menos siendo tan joven. El chico, Apolo, se fijó en mí. Si me tuvieras que describir en una palabra, ¿cuál sería?

—Impulsiva, maleducada, tozuda, mandona.

—Ey, ey, era solo una. Vale, y ¿cómo describirías a tu madre?

Enséñame a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora