41. BLACK

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BLACK

Manejar mi moto después de semanas me hace sentir en casa.

Casa...

Supongo que eso es lo que la carretera siempre ha sido para mí. Cuando cumplí dieciséis y me gané la moto en una rifa del supermercado del pueblo, tuve mi primera aventura torpe por la calle y sentí el viento contra mi cuerpo, descubrí un escape, de los gritos de mi padre, del menosprecio de mi madre y hasta de las miradas prejuiciosas de mis profesores en la preparatoria. Honestamente, los adultos en mi vida nunca han tenido mucha fe en mí, no los culpo, yo tampoco tengo mucha, sin embargo, ahora mismo quiero tenerla y es por eso que estoy aquí.

Estaciono la moto frente a la casa de mi madre y me limpio el sudor de las manos en la parte frontal de mis vaqueros. Este lugar... ¿Siempre ha lucido tan pequeño? ¿Tan desgastado? No veo a mi progenitora desde hace semanas, por lo menos fue a verme al hospital cuando estuve internado. Quisiera decir que verme herido despertó algún tipo de instinto maternal en ella o causó que tuviera una epifanía y me dijera que me amara, pero al parecer la vida real es cruel con nuestras expectativas.

—¿En qué andas metido que te pasó esto?

Esa fue su primera pregunta en el hospital. Sí, yo también te quiero, mamá.

Es mi culpa, la verdad, por seguir esperando un cambio milagroso. Supongo que tendré mommy issues toda la vida. Quizás debería buscarme una sugar mommy, así obtengo cariño maternal y dinero, las dos cosas de las que más carezco.

Mi hermanita se asoma por la ventana y luego emerge corriendo de la puerta principal. Supongo que mamá le contó que venía.

—¡Black! —Ella salta a mis brazos y jadeo un poco porque, aunque mi herida ha sanado, aún duele ante movimientos bruscos—. ¡Ah, perdón!

Ella se aparta y se echa el cabello hacia atrás. Está cada vez más alta.

—Hola, loquita —digo juguetón, la extrañé mucho. Becca es una de las pocas personas que me hace tener fe en la vida, quiero que ella triunfe y me da tranquilidad saber que por lo menos, no creció en el ambiente tóxico de mis padres, que mi sacrificio sirvió para algo.

—No me llames así, ya estoy grande.

—Claro, claro, ¿entramos?

Ella duda, la culpa estrechando su rostro.

—Mamá dijo que no debías entrar porque ella no está, está en el trabajo.

Auch. Sigue desconfiando de mí, ¿eh?

—Tranquila, vamos por helado a la esquina.

Sus ojos se iluminan.

—Vamos.

Ella toma mi mano y caminamos calle arriba, a diferencia del pueblo de mis padres, aquí las casas están mucho más separadas y hay que caminar mucho más para llegar a algún lado. Sin embargo, mi hermana no se queja, ni yo tampoco, después de estar separados meses, disfrutamos de estar juntos. Ella me cuenta como le va en el colegio y cuantos amigos ha hecho. Le escucho atento porque me duele un poco estarme perdiendo tantas cosas de su vida.

—¡A ver! ¡Quiero ver! —Ella pide cuando nos sentamos en un banco de la plaza después de pedir nuestros helados.

—Es bastante fea y estás comiendo.

—Anda —suplica y me estiro hacia atrás, levantando la camisa para dejarle ver la cicatriz de mi estómago, es larga y cruza mi abdomen desde lo bajo hasta casi la mitad de mi pecho. Sus ojos se agrandan.

Black & Blue (Español)✔️Where stories live. Discover now