Magic Curse

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Podía sentirlo ascendiendo por sus nervios, invadiendo su mente como un enjambre de hormigas inquietas.

— Uh... ¿Qué tan malo fue? —Blitzø preguntó en cuanto las puertas del ascensor se abrieron.

Vox tiró de su corbatín hasta que se desprendió y lo lanzó en dirección a Felix, quien lo atrapó al vuelo sin apartar los ojos de la pantalla de su computadora.

— Por este tipo de cosas es que no me gusta salir de aquí. —Vox murmuró mientras suspiraba exasperado.

Blitzø rio con sarcasmo y Felix le dirigió una mirada que Vox sabía interpretar como total escepticismo. Bien, no era precisamente un ermitaño, pero solo salía por cosas que realmente deseaba o por trabajo. Enfrentarse al castigo del Rey del Infierno no entraba en ninguna de esas dos categorías.

— Felix, libera mi agenda por... indefinidamente. —Vox ordenó y abrió la puerta de su oficina, dando un par de palmadas a su muslo—. Necesito que ustedes dos tomen turnos para cuidar a Vark. —Anunció cuando su mascota salió al pasillo y frotó su cabeza contra la mano de Vox.

El tiempo era limitado antes de que perdiera por completo el sentido común, pero necesitaba organizar las cosas antes de encerrarse por completo.

— ¿Tan malo fue? —Blitzø se levantó de su silla y se cruzó de brazos—. ¿Qué pasó?

El imp podía ser rudo, tan delicado como un ladrillo, brusco, poco profesional y otras tantas cosas más. Pero maldita sea, hacía bien su trabajo y nunca lo veía nervioso, sin importar cuán grande fuera el problema.

¿Qué pasó? Lo de siempre, que todo eso era justo. Tanto Alastor como él habían hecho exactamente lo que Lucifer les había ordenado. Ambos se habían alejado de la ciudad para su encuentro.

— Es una jodida Maldición de Orgullo. —Vox se quitó la chaqueta, quedando solo en camisa y chaleco. Cuando notó las intensas miradas de Felix y Blitzø fijas en él, se dio cuenta de que había sido demasiado ambiguo en su respuesta—. Nuestro amable rey consideró que debía compensar los problemas que le causé maldiciéndome para que persiguiera la perfección sin nunca sentir satisfacción. Una de las maldiciones más pesadas del Orgullo que Lucifer puede usar. —Especialmente en alguien como él, cuyo pecado principal era el Orgullo—. Un deseo insaciable por logros en busca de éxito. No importa cuántas metas alcance, nunca estaré satisfecho. Este tipo de maldición se convierte en una obsesión hasta que sacrifique mis propios deseos en pos de alcanzar el éxito.

— ¿Y cuándo se detiene el castigo? —Blitzø preguntó enmarcando una ceja.

— Hasta que sacie a nuestro rey. —Vox forzó una sonrisa en sus labios—. La maldición hace que todo el orgullo que debería sentir vaya directamente a Lucifer en su estado más puro dejándome vacíos y desesperado. Para él será un festín ¿para mí? Una tortura.

Había tantos proyectos en curso que necesitaba abordar. Tantos problemas por resolver para poder presentar algo nuevo, algo que el Infierno nunca antes había visto. Necesitaba resolver esa molesta barrera entre él y la Zona de Vapor y Engranajes... Tantos logros esperándolo y él estaba allí parado, hablando con gente que ni siquiera comprendía del todo lo que estaba a punto de lograr.

Uno de los beneficios de estar conectado directamente al internet era que podía sentir algunas cosas, como cuando Felix despejó su agenda por completo. Ese hormigueo enloquecedor en su alma zumbó con satisfacción al saber que por fin se encontraba sin más distracciones ridículas, entrevistas o visitas a fábricas. Era hora de crear algo que fuera la joya de la corona entre sus negocios.

— Luces... algo... desequilibrado. —Blitzø señaló.

Vox lo miró. No tenía tiempo para hablar. Hablar no lograba nada. Hablar no era parte de su imperio. No tenía tiempo para hacer nada que no fuese negocios.

Virtue and ViceWhere stories live. Discover now