Mind Control

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Angel apoyó las manos sobre el borde de su escritorio y cruzó los tobillos. Ese día, el pecador llevaba un peligroso corsé rosa con hilos de plata formando telarañas y un ajustado pantalón a las caderas color blanco que dejaba poco a la imaginación. Todo eso perfectamente contrastado con su cabello peinado hacia atrás, resaltando sus facciones. Y estaba ahí, ocupando su escritorio como si fuese su principal tarea del día.

...tal vez debiese serlo.

Vox se empujó hacia atrás, intentando crear algo de distancia, pero Angel fue más rápido y enganchó su pie en su silla y lo jaló más cerca.

— Debo haberte oído mal. —Vox elevó sus manos en rendición y sacudió su cabeza para dejar de ver todo, literalmente, rosa.

— Estoy seguro de que me oíste bien la primera vez, Voce. —Angel ladeó el rostro.

— ¿Hablas en serio?

Angela asintió con más fuerza y se rio con malicia, demasiado consiente del tipo de locura que estaba proponiendo. Por lo menos podía aceptar eso.

— ¿Entiendes lo que me estás pidiendo? —Vox repitió y acortó la distancia entre ellos—. ¿Realmente lo entiendes?

— ¿No lo usaste conmigo la otra vez? —Angel estiró sus manos, abriendo y cerrando sus puños en un gesto ridículamente adorable a pesar de venir de uno de los pecadores más atractivos de todo el Infierno.

Vox tardó unos segundos en comprender que el pecador quería sus manos y cuando se las entregó, este entrelazó los dedos con los suyos y se inclinó más sobre su cuerpo, equilibrándose con su otro set de brazos poniéndolos sobre el apoyabrazos de la silla.

— Angel, ese día lo necesitabas. —Vox frunció el ceño, sus ojos fijos en sus manos conectadas. Se sentía bien ese gesto tan inocente. Parte de él aún estaba sorprendido de que en el Infierno pudiese experimentar algo tan dulce—. Pero esto es diferente.

— Lo sé, confío en ti. —Angel miró a un lado y se encogió de hombros—. No creas que desconozco lo peligroso que es todo esto.

— Estás poniendo tu vida, tu eternidad, en mis manos. —Vox frunció el ceño—. Ahora eres un Overlord, esto es más peligroso que lo que podría pasarle a un pecador cualquiera.

— Y en lugar de tomar ventaja, estás entrando en pánico. —Angel se rio suavemente.

— Me preocupa, considerando...

Angel apretó sus manos suavemente para llamar su atención y Vox tuvo que controlar el impulso que lo recorrió. Sus ojos seguían fijos en las manos de Angel y su mente no paraba de pensar el tipo de locura que estaba viviendo. Ese era el maldito Infierno. La única explicación que podía tener de poder tener una criatura tan perfecta con él era porque eventualmente se le arrebataría esa felicidad como un nuevo tipo de tortura. Vox estaba allí para sufrir, no para tener...

Angel, su Angel. Pidiéndole algo tan grande y puro que era mucho más grande que cualquier declaración de amor. No debería ser posible vivir algo así.

— ¿Te preocupas por mí, Voce? —El pecador arácnido preguntó con dulzura en su voz, casi burlándose de que alguien se sintiera así por él.

Por lo menos ambos eran conscientes de lo incoherente de la situación. Pero él necesitaba hacer que Angel entendiese el calibre de su pedido.

— Dime ¿Cómo esto no sería diferente a lo que Valentino te hacía? —Vox demandó, a conciencia de que sería un golpe bajo.

Pero Angel no flaqueó y sus ojos no dejaron de lucir el nivel de determinación que llevaba usando los últimos minutos.

Virtue and ViceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora