The Truth

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Era fácil con Angel. Él desbordaba sentimientos y deseos, pero por sobre todo respeto. Angel lo miraba como si todas sus monstruosidades fuesen parte de su encanto. Él lo trataba como su pareja, lo dejaba acariciar su pelaje porque era suave o admirar su rostro porque era interesaba. Angel era peligroso, lleno de energía, vivaracho y animado, tenía veneno paralizante y humo rosa que producía lujuria, pero nada de eso preocupaba a Alastor. Era fascinante la confianza que había desarrollado con Angel, con el célebre prostituto y el demonio más codiciado de todo el Infierno. Un pecador que lo deseaba, que no podía controlar cómo su cuerpo reaccionaba a su presencia, pero eso era lo más interesante: Angel estaba bien con lo que Alastor le daba y él francamente estaba hechizado por esa cotidianidad que jamás creyó que viviría. Las caminatas, las largas charlas, los bailes, las bromas, los reproches y bromas... la sinceridad.

Angel era tan sincero que era arrollador.

Pero aun así era fácil.

Con Vox era complicado porque dentro de su dinámica no había espacio para mentiras profundas, esquivaban cualquier complicación. Ellos habían forjado una rivalidad a partir de no hablar de esos momentos en donde se necesitaban mutuamente y justificaban la presencia del otro como algo inevitable. Alastor creía conocer de Vox cosas que poco sabían, sus miedos más profundos y aquellos aspectos de su personalidad que con las décadas no habían cambiado. Él sospechaba que era lo mismo para Vox. Alastor no sabía cómo tomaba su café o cuál era su libro favorito, al parecer llevaba mucho tiempo teniendo largas conversaciones con Vox a través de miradas y sabiendo qué sentía sin tener que escucharlo. Eran la radio y la televisión, lo místico y la tecnología, los dos Overlords más poderosos y diferentes. El Infierno estaba acostumbrado a verlos juntos pero jamás en paz.

— ¿Y bien...? —Lucifer preguntó con una sonrisa ladeada.

El mismísimo rey del Infierno había impuesto su presencia en su programa de radio. En vivo. Lo cual a Alastor no le parecía nada fuera de lo cotidiano cuando se trataba de Lucifer. El rey solía disfrutar meterse en los asuntos de sus Overlords de forma inesperada, pero Alastor debió suponer que algo estaba tramando este.

Después de todo, dos días atrás Lucifer había ido al club de Angel y había preguntado si él aún subía al escenario. Si el rey había creído que podría escarbar alguna emoción o abrir alguna herida, se llevó la sorpresa de que Angel en realidad sí lo hacía y planeaba armar grandes shows con sus otros bailarines, pero por el momento el rey tendría que verlo con una de sus nuevas rutinas en solitario. Mucho más burlesque que simplemente quitarse la ropa, mostrando que Angel tenía una verdadera pasión por lo que hacía. Hermoso en sus movimientos, provocativo en su cuerpo, el perpetuo sueño húmedo de todo el Infierno, una mezcla perfecta de dominación y sumisión, con un baile que dejaba en vergüenza lo que muchos llamaban sexo. El rey había salido del club oliendo como pura tentación o eso es lo que Angel había dicho.

El día anterior Lucifer había aparecido en medio de los preparativos de Vox para una de sus ceremonias de premios y había indagado sobre los nuevos proyectos que tenía Vox para el siguiente año y si por fin se vería al Overlord del Entretenimiento explorando nuevas alianzas a beneficio de sus adorados consumidores. Vox solo se había reído porque él seguía trabajando solo. Y a pesar de los rumores que había en los medios, su relación con Angel Dust, el Overlord del Sexo, no significaba que haría una alianza con este. Los negocios y el placer no se mezclaban. Lo que Vox no confesó fue que era Angel quien se negaba a cruzar esa línea.

¿Alastor se estaba volviendo descuidado? Él debió notar que había un patrón ahí. Él debió notar que Lucifer estaba buscando algo específico y que él sería su siguiente objetivo.

Tal vez no quiso pensar en ello porque sería admitirse que su participación con Angel y Vox eran de conocimiento público.

Así que Lucifer había irrumpido su estación de radio en el hotel y le había concedido a Alastor el beneficio de ser directo. Pero únicamente porque era de esperarse que él mintiese. Aun así, Alastor podía ver el propósito de todo eso. Lo que el rey quería era algo que pudiese usar luego, cuando necesitase explotar las debilidades de otros. Lo que Lucifer parecía olvidar era que, al ser un rey de un solo pecado, era bastante obvio que sus ataques siempre serían en búsqueda de herir el orgullo de sus víctimas. Pero por el momento había fallado catastróficamente.

Virtue and ViceWhere stories live. Discover now