No matter what I want

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Hace mucho tiempo que Millie no sentía el deseo de simplemente mimetizarse con el ambiente y no ser percibida por nadie. Pero el viejo hábito parecía querer cobrar vida y mantenerla en su lugar. En teoría, ella no encajaba ahí, en el palacio real, en la sala de espera de la reina Lilith, siendo ignorada por dos guardias que flanqueaban la muerte.

Cinco años atrás, jamás hubiese creído que tendría el valor de abandonar Ira o que sería descubierta por el Demonio de la Radio, y su vida tomaría un giro tan radical.

Sus pies estaban tan lejos del suelo y una voz en su cabeza no paraba de burlarse de la imagen que debía dar, como una niña forzada a esperar en ese rincón a que un adulto la recogiese.

Pero Millie había cambiado y casi podía oír a Alastor animándola a que levantase el mentón y mostrase su mejor sonrisa porque ella pertenecía ahí. No por tener un pacto con el Overlord más aterrador del Infierno, no por ser capaz de matar a esos guardias con sus propias manos, sino porque era Millie, y eso bastaba. Alastor tenía razón. Eso bastaba. Solo debía esperar y podrían volver a su pequeño itinerario de belleza y destrucción.

Ella pudo oír un gruñido provenir de la misma dirección que ellos habían tomado para llegar ahí, y los guardias intercambiaron risas burlonas entre ellos. Millie enmarcó una ceja ante la falta de discreción, y su curiosidad se disparó con mayor ímpetu cuando oyó voces desde el corredor.

La princesa Charlie asomó su cabeza por la puerta ligeramente abierta, y ella saltó de la silla, inclinando la cabeza en forma de saludo. En lugar de obtener alguna respuesta, oyó a la princesa disculparse con los guardias y tropezar con el borde de una de las alfombras, visiblemente nerviosa. Segundos después la puerta se abrió de golpe, azotándose contra la pared, y Millie supo inmediatamente quién era antes de que la princesa susurrase el nombre de la can infernal.

La hija de Blitzø.

Loona casi marchó al entrar, su pelaje erizado haciéndola ver muchísimo más grande de lo que era. La princesa intentó detener a la can infernal, pero esta avanzó hasta la puerta de la sala, donde los guardias le cerraron el paso, y esta gruñó con mayor fuerza, pareciendo que iba a arrancar la cabeza a alguien si seguían estorbándola.

— La reina se encuentra ocupada —advirtió uno de los guardias, pero tenía una sonrisa burlona en su boca.

— Es su hija, de seguro puede hacer un espacio para ella —Loona intentó empujar la puerta para entrar, pero los dos guardias levantaron sus armas hacia ella.

— La reina tiene una agenda muy ocupada que no puede ser perturbada —intervino el otro guardia con voz desafiante.

— Está bien, Loo- —la princesa tomó su brazo, pero eso solo hizo que la can infernal le gruñera a ella.

— ¡Joder! ¡Charlie! No, no está bien... Maldita sea... —Loona levantó sus manos en forma de rendición y puso distancia entre ellas—. Le dijiste que vendrías. Ella sabía que estarías aquí ¡Entremos!

— Tal vez no leyó mi mensaje... —La princesa forzó una sonrisa en sus labios y se encogió de hombros.

Pero era obvio que era un golpe serio para la chica. Sus hombros se encontraban derrumbados y sus manos estaban jugando con su cabello de forma nerviosa. Millie sintió profunda empatía por ella. Una cosa era que el Infierno se burlase de la princesa y otra muy diferente era verla, real y pequeña, siendo retenida de ver a su madre.

— No está bien. —Loona acortó la distancia con los guardias—. ¿Con quién esta reunida la reina?

— Como si fuese a decirle algo a una can infernal. —El guardia de sonrisa burlona respondió.

Virtue and ViceWhere stories live. Discover now