CAPÍTULO 5

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Louis llevaba mucho tiempo sin que se le viniera a la mente aquel chico de melena larga y ojos verdes que logró captar su atención en mitad de un casino lleno de gente. Tenía más que enterrado el recuerdo de aquella capilla blanca, de su propuesta a la luz de un neón, y del par de hoyuelos que le persuadieron a subir la calle y darle un «sí quiero».

Ahora, había colgado la llamada que le hubiera gustado recibir cinco años atrás, y se había dado cuenta de que aún tenía esa noche grabada a fuego en su cerebro.

Se pasó un buen rato mirando su reflejo en la pantalla después de colgar; lo suficiente como para sentirse un extraño. Tenía que hacer otra llamada; tenía que empezar a deshacer lo que —hasta ahora— no sabía que estaba liado.

Iba a tener que contarle a sus amigos lo que realmente pasó esa noche.

Nunca lo hizo, porque sintió que era ridículo. Se había dejado encandilar por un desconocido hasta el punto de llevarlo hasta un altar. ¿En su defensa? Era joven, la noche corta y las miradas demasiado largas, y ese chico le enamoró a la primera que lanzó en su dirección; algo que nunca le había pasado antes —ni tampoco después, pero esa era otra historia.

A ellos les contó que habían estado tonteando un poco, y que eventualmente el chico le invitó a su habitación, donde los planes terminaron torciéndose. También les admitió, días más tarde, que aún no lograba de quitárselo del todo de la cabeza. Que se había arrepentido de no haberle dado su número antes de marcharse. Luke trató de convencerle —con una charla motivadora que bien pudo estar sacada de una comedia romántica— de que intentara dar con él de alguna forma, pero también le pareció ridículo. Lo único que sabía era su nombre y que no era de la ciudad, y todo lo que habían dejado pendiente era una luna de miel sin ningún tipo de compromiso. ¿Qué iba a hacer si lo encontraba, reclamársela? ¿Declararse?

No.

Por mucho que le hubiera gustado, al final del día no era más que un desconocido con el que había resultado tener un poco de química y las mismas ganas de dejarse llevar por una noche.

Resopló una risa para sí mismo, dejándose caer de vuelta sobre el colchón. Lo meditó por un momento antes de marcar el número de Cynthia, apoyando el teléfono sobre su pecho y escuchando los primeros tonos. No fue ella quien contestó.

—Hola, bello —Era Luke—. Cynthia está en la ducha.

—Vale —Carraspeó—. ¿Puedes decirle que me llame cuando pueda?

—Claro —Casi lo pudo ver frunciendo el ceño—. ¿Para qué la necesitas?

Apretó los labios.

—Para... resolver un asunto.

—¿Qué asunto? ¿Qué has hecho?

—¿Recientemente? Nada —rió—. En tu despedida de soltero... Digamos que me tomé bien en serio el concepto.

Luke pareció pensar.

—... ¿Qué?

—¿Te acuerdas del chico al que conocí en la ruleta aquel día?

—Sí, con el que te perdiste toda la... —De un momento a otro, lo escuchó tragarse todo el aire del planeta. Su voz se agravó—... No creo.

—Hasta esta mañana yo tampoco creía, no te preocupes.

—¿Te casaste? ¿Estás casado?

Louis chasqueó la lengua.

—Eso parece.

—Pero– Espérate, ¿cómo que «hasta esta mañana»? ¿Te ha llamado o...?

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