Capítulo 4

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Viernes. Dos semanas desde que se comprometió. Una semana desde que descubrió que quizás estaba casado.

Todavía no tenía ni idea de qué excusa iba a ponerle a Elliot para poder escaparse a Las Vegas durante el fin de semana sin que sospechase nada, pero el vuelo que había comprado mucho antes de pensar en ello salía a la mañana del día siguiente. Y no era reembolsable.

Durante todo el camino de vuelta a casa, su cabeza estuvo pensando más que en toda su vida, desde la mentira piadosa que todavía no había elaborado hasta el ardúo intento de seguir cosechando todos los datos que pudiera recordar sobre su presunto marido.

No hizo ningún avance. Llegó a la puerta de su casa con un severo desgaste mental y metió la llave en la cerradura con cierto cansancio físico.

Sinceramente, odiaba su trabajo. Pasaba horas de un lado para otro enseñando casas y plazas de garaje, vendiendo con suerte cuatro casas al mes con una una mísera comisión del tres por ciento. Las mañanas se le hacían eternas y llegar a casa era su momento favorito del día, sobre todo porque Elliot le esperaba en ella.

—Hola, cielo.

El piso que ambos compartían se caracterizaba por no ser demasiado espacioso, por lo que nada más entrar pudo divisar a su novio sentado frente su portátil en la pequeña mesa para comer que yacía en una esquina del salón. Él dejó de escribir cuando le escuchó entrar, y entonces subió su mirada para sonreírle.

—Hola, Harold —le respondió Elliot, siguiéndole con la mirada cuando Harry se acercó a él.

Se inclinó para dejar un simple beso en sus labios mientras desataba la corbata de su cuello al mismo tiempo.

—¿Has hecho algo de comer? —preguntó Harry. La sonrisa de Elliot se borró y pudo deducir la respuesta fácilmente.

—Mierda, lo siento —se disculpó, mordiendo su labio con arrepentimiento —. No me he dado cuenta de la hora que era y se me ha pasado el almuerzo. Pero si quieres hago algo rápido para los dos.

—No, déjalo —negó Harry, tomando asiento a su lado y jugueteando con la corbata que acababa de quitarse —. ¿Cómo va tu libro? —le preguntó con curiosidad, observando el documento abierto que brillaba en la pantalla de su portátil, donde podían distinguirse extensos párrafos que Harry no alcanzaba a leer.

Cuando se fue a trabajar, Elliot acababa de sentarse a escribir, y teniendo en cuenta que aún estaba en pijama y en la misma posición que cuando se marchó, podía deducir que no había hecho demasiadas pausas. Esperaba que al menos hubiera avanzado en ese libro más de lo que él había avanzado en sus planes de divorcio.

—Oh, muy bien —fue todo lo que dijo al respecto, observando con cierto orgullo el documento frente a él antes de hacer clic y abrir una ventana de internet en segundo plano —. Por cierto, quería enseñarte esto —reveló, ladeando el portátil hacia Harry.

La pantalla mostraba un peligroso anuncio sobre un piso en venta. Lo primero que quiso mirar fue el precio y después se arrepintió de haberlo hecho, sus cejas alzándose casi asustado y llevando la mirada a las fotos del anuncio.

Lo que Elliot estaba enseñándole era el ático de un edificio de doce plantas situado en pleno centro de San Francisco. Dos habitaciones, dos baños y una sala de estar mucho más amplia que la que actualmente poseían. Era tan bonito que por un momento pensó en babear frente a la pantalla tal y como estaba haciendo Elliot, pero entonces volvió a mirar el precio por segunda vez y se le pasó.

—La boda la pagan nuestros padres, así que he pensado que con el dinero que nos ahorramos y el dinero que recaudaremos en ella, podríamos pedir una hipoteca —Harry estaba escuchando sus intentos de persuadirle a pesar de que sabía que no permitiría que hiciesen efecto. Elliot continuó intentándolo —. Además, la agencia para la que trabajas es quien tiene el piso en venta, con suerte te hacen un descuento y...

Vegas LightsWhere stories live. Discover now