Capítulo 21

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Los labios de Louis se cerraron poco después de tomar la palabra en aquella reunión que estaba presidiendo. Su teléfono había comenzado a vibrar en su bolsillo, y la mirada de cada integrante de su grupo estaba puesta en él.

La de Louis descendió hacia la mesa, donde su teléfono de empresa descansaba inactivo junto a un montón de bocetos, carpetas y láminas.

Usualmente no respondía llamadas cuando estaba en mitad de una reunión, pero el que estaba vibrando en su bolsillo era su teléfono personal. A las once de la mañana de un jueves.

Así que se disculpó con esos cuatro pares de ojos que estaban mirándole esperando a que respondiese o lo dejase sonar, y sacó su teléfono del bolsillo para comprobar quién y por qué le estaba llamando.

Fue entonces cuando leyó su nombre en la pantalla.

Y el hecho de que uno de sus compañeros se aventurase a preguntarle si se encontraba bien, le dio una idea bastante clara de la manera en la que su cara probablemente se había convertido en un maldito poema.

—Un segundo —fue lo último que dijo antes de abandonar la pequeña sala de reuniones y cerrar la puerta tras sus espaldas, apoyándose contra la pared de pasillo y descolgando la llamada con creciente nerviosismo—... ¿Harry?

—Hola —la voz de Harry se hizo paso desde el otro lado de la línea; Louis percibió indecisión en ella, así que volvió a tomar la palabra sin siquiera esperar a que él pudiese explicarse a sí mismo.

—¿Estás bien? ¿Pasa algo?

—No, nada. Estoy... bien —le escuchó carraspear, vacilando un par de veces mientras intentaba encontrar las palabras que parecía no haber practicado demasiado; Louis se mordió el labio con impaciencia—. Pero, uh... ¿Qué estás...? ¿Qué estás haciendo?

El ceño de Louis se frunció al instante. Llevaba toda una semana sin saber nada de él, la última vez que le vio tenía mil problemas que solucionar y una cabeza jodidamente enredada -por mucho que él hubiese asegurado que tenía las ideas claras-, y hasta hace un momento Louis creía que Harry jamás le habría llamado si él no lo hacía primero, tal y como le prometió.

Pero ahí estaba, levantando casualmente el teléfono para preguntarle qué estaba haciendo a mitad de la mañana de un jueves.

—Estoy trabajando.

Harry suspiró bruscamente, como si solo ahora hubiese conseguido caer en la cuenta de que estaban a mediados de la semana en pleno horario laboral.

—Ya, claro —respondió, chasqueando su lengua antes de murmurar para sí mismo—. Mierda.

—¿Qué te pasa, Harry? —volvió a preguntarle, y no es como si quisiera hacerse ilusiones, pero tampoco pudo evitar morder sus uñas mientras musitaba su siguiente pregunta—. ¿Dónde estás?

—Estoy... en el aeropuerto.

La mano de Louis se estampó entonces en su cara, cubriendo sus ojos y mordiéndose el labio para evitar esbozar una sonrisa que quizás era demasiado precipitada.

Con su corazón vibrando lleno de nerviosismo y todo un grupo creativo esperando por él en la sala que había abandonado, apretó un poco más su teléfono contra su oído y simplemente preguntó.

—... ¿En qué aeropuerto?

—Paradise.

La primera respuesta que pudo darle fue silencio. La segunda una leve risita incrédula. Y quiso soltar algún comentario sarcástico de esos que solían salvarle en situaciones en las que no sabía qué decir, pero todo su maldito cuerpo había comenzado a temblar sin remedio y su cabeza simplemente ya no funcionaba para nada más que para babear por él.

Vegas LightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora