CAPÍTULO 8

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Louis volvió a Las Vegas a la mañana siguiente, tras un vuelo de hora y media en el que Cynthia pareció luchar por tragarse las ganas de comentar algo sobre su encantador esposo.

Luke les esperaba con el coche aparcado en doble fila a las puertas del aeropuerto de Paradise; tenía ya una sonrisa puesta en la cara —casi idéntica a la que Cynthia había estado disimulando durante el viaje— y saludó a su esposa con un beso en los labios.

La suerte de los que no se casan con desconocidos, pensó, mientras atrapaba la mano de su amigo en una palmada amistosa.

Subieron al coche, él en la parte trasera y ocupando el asiento del medio. Se removió incómodo, quizás porque no le gustaba ir atrás, o quizás porque, a través del retrovisor, vio como Luke sonreía con diversión mientras arrancaba el motor.

No medió palabra hasta incorporarse a la carretera.

—Bueno —dijo, echándole cierta mirada a través del espejo—. ¿Qué tal está tu esposo?

—Más bueno que el pan. —Cynthia soltó las verdades mucho antes de que Louis pudiera decidir cómo salir del paso. Ella se giró para mirarle tras apenas dos segundos de silencio—. Di que no.

Louis se limitó a sacudir la cabeza, exhalando una risilla.

—Yo no digo nada...

Cynthia miró a su esposo.

—Lo hemos perdido, que lo sepas.

—Con ese chico no es la primera vez. —Luke tampoco reprimió una risa. Le echó otro vistazo por el retrovisor—. ¿Qué cojones tiene que te gusta tanto?

Se miró las uñas.

—¿En qué momento he dicho que me guste ahora?

—No hace falta que lo digas. Se te ve en los ojos.

Louis los rodó.

—Da igual, sería un fracaso más para la lista. Está prometido.

—¡¿En serio?! —Cynthia saltó en su asiento para mirarle sobre el respaldo.

Luke alzó una ceja con cierta sospecha y una sonrisa a medias.

—¿Y tú eso cómo lo sabes?

Frunció los labios.

—Le invité a un café, y el dato surgió convenientemente en la conversación.

—Dios mío, que previsible eres... —Negó con la cabeza—. Y qué desgraciado, todo hay que decirlo.

—Tampoco es para tanto —masculló—. Es verdad que me atrae. Pero si algo he aprendido en estos cinco años es que puedo vivir con ello.

—¿Tú crees? Porque yo te veo bastante fastidiado.

Cynthia emitió una risilla.

—Normal, la luna de miel no le termina de cuajar nunca.

Louis empujó la lengua contra sus dientes, evitando reírles las gracias.

Entonces su teléfono vibró.

«¡Buen viaje!☺».

Y menos mal que tenía más que dominada la cara de póquer, porque acababa de salvarle de Luke y de sus fantasías en torno a las comedias románticas.

· · ·

Lo último que habría esperado de aquel mensaje era que terminase convirtiéndose en una conversación que, dos días después, aún seguía activa.

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