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Todo el mundo cometerá al menos un error en su vida. Tal vez hagas más de uno, tal vez hagas dos, tres o incluso cuatro... pero cuando has cometido ese error te das cuenta porque te llena de una gran sensación de pavor. No sabes que estás a punto de cometer un error hasta que lo has hecho, es casi como si te hubieran engañado porque sabes tan pronto como lo has hecho que es un error.

He cometido algunos errores en la vida; romper el jarrón favorito de mi madre cuando era niño y mentir sobre ello fue el primer error que cometí en mi vida. Saltar de un acantilado pensando que todo estaría bien era otra, entrar en un bosque sabiendo muy bien que había un vampiro en busca de venganza dando vueltas, ocultándole secretos a Paul... pero mi mayor y último error lo cometí hace tres semanas y fue irme. Esme y Carlisle en Seattle pensando que todo estaría bien.

Fui tan malditamente ingenua.

Estaba absolutamente estúpido por pensar que podía ir a Italia, encontrarme con Aro y seguir mi camino. Que simplemente me dejaría ir y no me obligaría a quedarme, trataría de incluirme en sus filas dentro del aquelarre italiano. Ni siquiera estaba seguro de por qué se hacían llamar aquelarre italiano cuando todos eran estadounidenses.

Sin embargo, me fui de Forks hace tres semanas y media pensando que estaría bien, pero la realidad es que todavía estaba atrapado en la puta Italia en la mayor espiral descendente de mi vida.

Las primeras horas habían ido bien. Me di cuenta de la habilidad de Alec para producir aleatoriamente una niebla negra cegadora de mis manos, Alec, quien más tarde descubrió que era el gemelo de Jane. Me las arreglé para imitar el don de la telepatía táctil de Aro, similar a Edward, excepto que podía leer recuerdos y pensamientos con un solo toque.

Los pocos días después de eso fue cuando todo comenzó a volverse confuso. Era como si hubiera estado borracho y no pudiera recordar lo que había sucedido. Aro no me dejaba cazar solo y tampoco me dejaba salir a cazar animales. En lugar de eso, constantemente me decía que la sangre humana era la comida más satisfactoria que un vampiro podía tener. Simplemente estaba cavando las palabras más profundamente en mi cerebro mientras se alimentaba frente a mí, ofreciéndome la sangre del turista del que bebía. Estaba probando mi tentación pensando que yo era un recién nacido cuando solo era mitad vampiro. Mi sed no era tan mala como la de un recién nacido, pero me resultaba inexplicablemente difícil de resistir.

Y así es como llegué a estar donde estaba ahora... quemando cada prenda de ropa que había traído conmigo en un pequeño contenedor. Estaba limpiando la sangre de mis manos y cara desesperadamente, cayendo rápidamente por una caída en picado a lo que yo conocía como fondo de roca.

La nota estaba escrita, la poca ropa que no había quemado estaba empaquetada y yo estaba lista para correr y no volver nunca más.

Paul tenía razón, los Vulturi me destruirían.

Cuando mi teléfono celular vibró en mi mano, acepté la llamada de inmediato, presionando el dispositivo contra mi oído. Tenía que mantenerlo en silencio y oculto por cada día que había pasado aquí porque si Aro, Caius o Marcus, a quienes rara vez les importaba una mierda, lo encontraban, estaría frente a mi muerte. Especialmente si averiguaban con quién me estaba comunicando. Pensaron que tenían un derecho sobre mí ahora y no lo tenían. Yo era mi propia persona ante todo, pero pertenecía al aquelarre de Carlisle, no a este.

–Estamos fuera de Volterra, tienes que irte ahora antes de que pierdas tu oportunidad.

Miré por la ventana ansiosamente viendo a la gente del pueblo ocuparse de sus asuntos. Negué con la cabeza aunque él no podía verme, –No creo que pueda hacer esto, Carlisle. Hay gente–

AFTER DARK | PAUL LOHOTE - TRADUCCIÓN Where stories live. Discover now