Érase una vez, en un reino muy lejano, un príncipe se vio obligado a elegir un alfa para casarse y compartir el trono.
Pero algo no sale según el plan...
- 𝓝𝓸 𝓹𝓾𝓮𝓭𝓸 𝓶𝓪𝓻𝓬𝓪𝓻𝓽𝓮 𝔂 𝓱𝓾𝓲𝓻 𝓬𝓸𝓷𝓽𝓲𝓰𝓸, 𝓷𝓸 𝓹𝓾𝓮𝓭𝓮𝓼 𝓼𝓮𝓻 𝓶𝓲 �...
—TaeTae.— el pelinegro cruzó la puerta con el bolso en las manos, de regreso del mercado, recibido por un abrazo del menor, quien se aferró como un koala detrás de su hombro.
—¡Estás de vuelta!— dijo el menor haciendo reír a Jungkook quien voltea tomándolo en sus brazos por debajo de sus caderas dándole un cálido beso en los labios.
—¿Me extrañaste?—
—No, solo no podía esperar para hacer el origami.— afirmó sacando la lengua a pesar.
—Ajá. Está todo ahí.— pero antes de que terminara la frase, Taehyung ya había bajado y había ido a ver el interior de la bolsa.
—Compraste muchas cosas.— dijo asombrado mirando la enorme bolsa, antes de abrirla. Lo primero que sacó con emoción fueron sus amados papeles de arroz, y sonrió feliz a verlos. Luego el pollo y la fruta, dejando la bolsa vacía. —¡Gracias!—
—¿Tu alfa te cuida bien?— rió el mayor, tomándolo por la cintura por detrás, besándole el cuello.
—Sip. Por esto amo a mi alfita.— dijo y luego se dió la vuelta y se aferró al cuello del azabache besándolo lentamente.
—Tengo más.— dijo mientras llevaba una de sus manos hacia su bolsillo y salió un suave peluche.
—¡Kookie! ¡Es tan lindo!— exclamó Taehyung tomándolo en sus manos, observándolo.
—Pero lamento decirte que no es para ti.— dijo continuando a besar su cuello y mejillas.
—¿Y para quién?— Taehyung preguntó con un puchero, alejándose un poco, bajo la mirada de Jungkook, sonriente, que dejó un beso lascivo en sus labios y comenzó a acariciar su vientre donde luego miró fijamente.
—Para nuestro cachorro.— respondió ganándose una tímida sonrisa del más jóven que se deja abrazar con más fuerza mientras sujeta el peluche.
—Te amo, Kookie.— dijo mirándolo en los ojos.
—Decirte que te amo es un eufemismo para mí, Taehyung.—
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—Maestro Shin. Cuanto tiempo.—
—Wang. ¿Qué haces aquí?—
—¿Es así como recibes a tu hermano?— preguntó el anciano provocando que el maestro ponga los ojos en blanco.
—¿Qué te trae por aquí?—
—¿No me dejarás entrar?— preguntó y el maestro dejó espacio para que su hermano entrara. —¿Entrenas a todos los alfas aquí?— comenzó sentándose alrededor de la mesa.
—No, no todos. Solo a quien considero que está en el nivel.—
—Bueno, noté que como hijo del rey, no está a tu nivel.—
—Creo que él ya tiene la educación adecuada, no me necesita.— respondió —¿Por qué regresaste?—
—Lo he perdido todo, hermano. Casa, propiedad... No tengo nada. Estaba vendiendo chatarra en el mercado.—
