XIX

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PDV ANDRÉS

Verlo cada día me hace feliz. Cada palabra, cada acción, cada mínima cosa que hacemos los dos simplemente solos me hace sentir bien y feliz.
Podemos ser distintos en muchas cosas, pero en ser nosotros nos hace compatibles.

Por mucho que esté con el y me sienta bien, al llegar a casa otra vez entro al mismo infierno a ver a los mismos demonios que serían llamados familia.

Sus planes atroces hacia los humanos y hacia los lobos me dan ganas de vomitar. No podría imaginarme a mí haciendo eso, cuando claramente mi padre quiere que yo encabece este plan.

Cada día más humanos mueren y otros son cambiados y llevados a las bovedas de mi familia. Personas y personas desaparecidas de sus familias y cambiadas en contra de su voluntad.
Agonizando por el abrupto cambio de ser, quemando y restaurando cada fibra de piel.

— Llevas saliendo mucho, Andrés — dice mi padre con voz firme, el también sospecha que ando con alguien y que voy a traer a un niño inmortal a casa.

— He estado dibujando en el bosque, padre — se disimular frente a él.

— No quiero que lo que estés haciendo te distraiga del objetivo. Debemos estar listos para el golpe y terminar con la raza de los humanos y los lobos. — se dió la vuelta sin antes darme una mirada de reproche.

— Si, padre.

La verdad es que si quería a Ari, muchísimo. Pero mi familia está primero en todo esto, no quiero herirlo, pero la circunstancia me guía a ese camino.

La guerra se acerca y no la controlo yo. Debo mantenerlo distraído mientras mi especie toma fuerza y este lista. Así cuando hayamos logrado todo... Acabaré con mi existencia, ya que no puedo vivir en un mundo en dónde no esté él.

Aunque el plan está listo para esta noche, no quiero que llegue. El incendio en el bosque empezará y rodeará a todo el pueblo, matándolo de afuera hacia a dentro. Simplemente con el aire podremos matar a esa especie tan débil como el cristal.

— Es hora hermano — suspiré con pesadez y me levanté.

Caminando por el pasillo largo hasta la puerta que daba al bosque. Un cosquilleo de euforia apareció en mi pecho cuando el humo gris taparía el cielo y sigue aumentando.

El humo y los gritos de la gente me hacen ver qué el caos me hace bien. Veo a un chico jóven corriendo hacia mi dirección y lo tomo por el cuello con una mano.

Sus ojos me miran con terror y suplicante a mi misericordia. Lo cuál no lo lleva a nada cuando deja de moverse y veo como sus ojos se apagan.
Abro la boca y muerdo su cuello con ganas, saboreando el líquido rojo que cae por mi garganta.
El sabor ahora se vuelve soportable y hasta más agradable que la última vez.

La sonrisa de mi padre aparece entre la sombras del humo. Viene con un cadáver de lobo rojo que deja una línea de tierra a su paso.

Lo reconocí de inmediato y supe que era el padre de Ari, Ronal. La cara de satisfacción de nuestra gente era evidente, mi expresión era totalmente neutral, sin una emoción en concreto.

Ahora sí Ari me viera se le estrujaría el corazón en un paro cardíaco. Que para mí sorpresa eso hacía, podía verlo en el punto más alto del lugar. Estaba en su forma humana, mirando con terror todo el bosque en cenizas, para al final ver el cuerpo de su padre en el suelo.

Su grito de dolor llegó hasta mis oídos, haciendo que el remordimiento me domine, una lágrima baja por mi mejilla de forma lenta, sin ninguna prisa.

Escucho como llora a gritos en algún lugar después de que desapareció. Sus gritos de desprecio hacían un hoyo en mi corazón, agujereando cada milímetro de este.

«Duele y arde»

El caos de los próximos días estuvo peor, aunque eso en alguna parte de mi ser me agradaba. Los gritos de la gente eran música para mis oídos y las cenas de sangre cada día eran mejores.

Nunca pensé que me llegara a gustar, pero resulta que con cambio de mentalidad puedo hacer que me guste tanto que mataría por obtenerlo.

«Ya nada me importa»

Romperle el cuello a un lobo suena difícil, pero ahora veo que no.
El cuerpo peludo de un lobo se mueve con desesperación entre mis brazos.
Su cuello suena cuando hago un movimiento brusco a la derecha y el cuerpo deja de moverse.
Su último aliento en lo único que escucho.

«Eso suena tan bien»

Su mirada me perfora la nuca, puedo sentir que mi mira. Duele el hecho de esa ira en sus ojos verdes, pero me la merezco, después de todo acabo de matar a su beta, Luna.

«No debiste confiar en mi Luna»

Sus lágrimas caen al piso haciendo eco, mis entrañas queman y queman. Siento como se me estruja el corazón.

— ¡¿Que mierda te pasa?! — grita con una ira que la veo muy justificada.
— ¡¿Es que acaso debo matarte para que dejes de jugar conmigo?! — sus ojos llenos de lágrimas me llaman a acercarme y limpiarlas.
— ¡Te di lo que querías! ¡Te di mi perdón! — tomó una pausa — ¡Confíe en tí, Andrés!

Ya solamente sonreí, el dolor en mi interior era insoportable. Quema mi garganta y mi corazón.

— Mátame, Ariel — lo miro por encima de mi hombro y me doy media vuelta.
— ¡Mátame y acaba con este sufrimiento! ¡Ya no quiero estar aquí, Ariel!

La sonrisa y mis labios se hace más grande. Ahora puedo sentir el sabor salado de mis lágrimas, caen por mis mejillas sin parar.

— ¿Que esperas? — lo miro con desesperación en mi mirada y en mi voz — Soy un asesino que mató a tu padre, mató a tu beta, mató a tus hermanas. Y sigues sin pensar en matarme. Cada gota de sangre, cada último aliento de tu familia... — me agarro la camisa con las manos, aprieto hasta romperla. — No soporto ser algo que te dañe... ¡Si es mi único propósito en la vida lo voy a cumplir! — me caigo de rodillas. — Pero verte mirándome así... No puedo, no lo soporto. ¡Mátame por favor!

«Mátame»
















«¡Por favor, mátame Ariel!»

ꨄ︎ Carmesí ꨄ︎ -Spartor-Where stories live. Discover now