Capítulo 3

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Narra Elodie.

2 AÑOS ANTES.

Una de las cosas que siempre había querido ser era profesora. Adoraba a los niños y ser profesora era mi objetivo final en la vida. Cuando crecí, mis padres nunca me desanimaron, sino que me empujaron a trabajar por mis sueños. Mi madre era dentista y mi padre trabajaba en una empresa de contabilidad. Mi hermano menor y yo tuvimos una infancia increíble. Nuestros padres nos querían y nosotros a ellos.
Recuerdo que cuando cumplí 17 años, mi madre se sentó y tuvo una conversación sería conmigo sobre los lobos. Conviviamos con los hombres lobos: iban a nuestros colegios, comían en los mismos restaurantes. La mayor parte del tiempo parecían seres humanos normales, pero yo sabía que no lo eran. El tema de los hombres lobo fue algo que siempre me fascinó, y solía leer muchos libros sobre ellos. Fue en uno de estos libros donde conocí a los licántropos. No se hablaba tanto de los licántropos porque se les consideraba de la realeza. El propio rey era un licántropo. Era muy raro que un humano conociera un licántropo. El rey trataba con los humanos que ocupaban puestos de alto poder para asegurarse de que todo funcionara bien punto a pesar de todo, sabía que muchos humanos se morían por tener la oportunidad de conocer a un licántropo. Yo era uno de ellos. Sinceramente, no licántropo me fascinaban más que los hombres lobo.
El tema de las parejas siempre me hacía desfallecer. Ahí me pareció un cuento de hadas, y a qué chica no le gustan los cuentos de hadas. Mamá me admitió que es un hombre lobo o un licántropo me reclamaba como su compañera, una no se desentendía. En mi cabeza, nunca hubiera imaginado eso. Ser pareja de un licántropo era algo con lo que soñaba a menudo punto me acordé del día, era un día normal. Mi hermano pequeño jugaba con sus amigos, mamá cocinaba y papá charlaba con mamá para hacerle compañía.
Estaba viendo la televisión cuando mamá me pidió que llamará a mi hermano pequeño. Abrí la puerta para gritar a mi hermano, pero las palabras no salieron de mi boca cuando una manada de hombres lobo pasó por delante de nuestra hilera de casas. Es uno de los hombres lobo ya me estaba mirando, y dijo algo a sus otros miembros de la manada, haciendo que se detuvieran y me miraran también. Me reclamo como su pareja. Mamá y papá salieron pero no dijeron nada. Mis vecisno y amigos de la escuela se quedaron fuera mirando. Miraban como me alejaba de mi familia, miraban como lloraba porque quería despedirme pero no me dejaban, y miraban como mis padres gritaban por mí, pero todo en vano.

PRESENTE


N

arra Elodie.
- Elodie, ¿dónde estás? Estoy jodidamente hambriento.- gruño ka voz familiar.
Suspirando, me volví hacia él pequeño lobo al que estaba enseñando.
- Ve ahora, te llamaré más tarde.
Vi como se escabullía con sus libros y lápices, y me fui a buscar a mi compañero. Hace dos años, quería que los compañeros eran lo mejor, que sería como un cuento de hadas. Esa era la mente de un adolescente ingenua.
- ¿Qué te gustaría comer?- hice notar mi presencia.

- Por fin. ¿Dónde estabas? Quiero un sándwich de huevo y tocino.- dijo mi compañero, Jordan.
- Me pondré a ello.- rece para que no volviera a preguntarme eso.
- ¿Donde estabas? Será mejor que no le vuelvas a enseñar a esos cachorros; sabes que lo odio.- me agarró la mano.
- No, no lo estaba haciendo.- me trague el nudo de la garganta.
Mi capacidad de mentir había mejorado, pero mi corazón sigue acelerado cada vez que Jordan me miraba con desprecio. Afortunadamente, me soltó la mano y me apresuré a ir a la cocina a preparar el sandwich. Siempre había pensado que el contacto de un compañero estaba destinado a provocar escalofrío, a evocar emociones fuertes. Nunca tuve eso con Jordan, nunca. Desde la primera vez que me tocó hasta ahora, todo lo que tuve fue miedo. La primera vez que le pregunté porque no me salían esas chispas, me dijo con dureza:
- Eres una humana, no sientes lo que nosotros sentimos.
No volví a preguntarle porque pensé que tenía razón. Al fin y al cabo, yo solo soy una humana y él es un hombre lobo. Recientemente, una gran parte de mí se negaba a creer todas las excusas que Jordan me había dicho en el pasado. Pero todavía estaba demasiado asustada para irme o intentar irme. Suspirando, me concentré en preparar el sandwich antes de que se enfadara. Otra mujer entró en la cocina, pero ni siquiera me miró; nadie lo hizo. No tenía amigos, ni familia. Estaba completamente aislada. Por eso, enseñar a esos niños era lo único que me hacía ilusión. Los niños nunca me juzgaron; en cambio, estaban ansiosos por aprender y yo por la distracción. Una vez que terminé, salí de la cocina con el sandwich de Jordan. Como no estaba donde antes, me dirigí al estudio del alfa. La mayoría de las veces estaba allí, y hoy no fue diferente. Se quedó fuera y me quitó el sandwich de las manos. Se fue en menos de un minuto.
- Elodie.- llamo una vocecita.
Mi cabeza dio un giro mientras el miedo se instalaba en mi. El niño al que enseñaba antes se precipitó hacia mi. Jordan se tenso y entonces supe que estaba jodida.
- ¿Puedes enseñarme más?- pregunto su vocecita.
- Cachorro, vuelve con tus padres. Ahora.- gruño Jordan.
El pobre chico gimio y salió corriendo.
- Entonces, ¿me has mentido?- pregunto Jordan.
Era inútil mentir, ya me iban a castigar por esto.
- Alguien tiene que aprender cuál es su lugar.- Jordan me tiró del pelo, haciéndome gritar del dolor.
Por suerte utilizaba platos de papel para la comida. Aprendí por las malas cuando usaba platos de cristal; la cicatrices de mi brazo pueden dar cuenta de ello. Me empujó contra la pared; mi estremecí cuando me dolorida espalda golpeó la pared con toda su fuerza.
- Odio cuando mi compañera me desobedece. Me hace parecer débil. ¿Quieres que parezca débil?- grito.
Sacudí la cabeza, aunque quería gritar que sí. La mano libre de Jordan mide una bofetada y gemir. Su otra mano siguió suéctándome por el pelo. No sabía cuánto tiempo llevaba Jordan dándome agotada en la cara; decía que me haría entra en razón. Cuando por fin se detuve me soltó, bebé caer al suelo puntos me ardía el cuero cabelludo y me dolía la cara.
- Por favor... por favor no.- levante la vista y suplique.
Jordan se quedó allí con cara de satisfacción. Por supuesto que sí, todo lo que quería era mostrar a todos lo fuerte que era. Mis sentimientos no le importaban. Nunca lo habían hecho.
- ¿Que demonios estás haciendo? La Realeza está aquí, y pude oírla desde mi estudio. ¿Estás loco?- el alfa salió furioso de su estudio, mirando a Jordan.
Jordan no pareció inmutarse, pero se volvió hacia mi con una mirada fría.
- Ve a nuestra habitación y quédate allí. No salgas hasta que yo entre. ¿Entendido?
Asentí con la cabeza y conseguí levantarme antes de salir corriendo. Jordan y el Alfa hablaban, pero yo solo quería llegar a mi habitación. En cuanto entré, cerré la puerta con llave punto me dirigí al baño y me miré en el espejo. Mi cara estaba roja y me dolía tocarla. Suspirando, seguí mi rutina habitual y me apliqué bálsamo en las manillas antes de masajearme el cuero cabelludo. Me derrumbé en la cama y encerré la cara en la almohada. Se me cayeron las lágrimas al llorar por mi adolescencia perdida, por mi familia, con la que no me había contactado ni visto desde que me obligaron a marcharme, por mi libertad y por mi sueño, mi única esperanza era que alguien viniera a rescatarme. Supongo que todavía creo en los cuentos de hada, solo que no es la parte de felices para siempre. Pero el Alfa digo que había alguien y de la realeza en esta casa. Hay alguna posibilidad de que fuera en príncipe azul.

Reina de los licántropos. (Libro 2)Where stories live. Discover now