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Subió a la segunda planta con el collar en la mano; las escaleras crujían con cada paso y se mostraba algo temeroso ante lo que podía encontrar ahí mismo. Al llegar hubo un silencio inmundo, como si todo el ruido de abajo y el exterior se hubiera desaparecido. La actividad en aquella sala era negativa en su máximo punto, era mucho más fría que la sala de abajo.

Caminó hacía la mancha donde había emergido aquella grisacea mano la última vez que subió permanecía intacta. Pero aparentemente, ninguno de sus compañeros se había percatado de ello, ni si quiera hacían mención al respecto de ella.

La sombra emergía nuevamente desde el techo, sólo con unos ojos rojos capaces de brillar en la oscuridad. Tomó una forma humana y gateó por el techo, tal cual una araña, hacía la oficina de Serkins, pero Robbie nunca se percato de aquello. Al menos hasta que escuchó como el rechinido de la puerta que daba a la oficina de su jefe.

Robbie avanzó a paso rápido hacia la oficina de su jefe y lo único que noto fue a Rose, la muñeca de porcelana que Serkins mantenía en una vitrina y que por alguna extraña razón se había roto, estaba sentada en el escritorio. Serkins había pasado varios días intentando reconstruirla, pues tenía notorias grietas en su rostro y a su lado también estaba el libro que Robbie y sus compañeros habían encontrado en la caja, el mismo que Zerek había leído con una peculiar fluidez.

El libro estaba abierto en una página, cuya simbología estaba repleta de pentagramas y pasos para hacer diferentes tipos de brujería. A cada momento sentía la mirada de la adorable muñeca hacía él, pero cada que volteaba, esta tenía fijada su mirada al libro.

Contempló nuevamente el libro y dio una breve hojeada; entre los diferentes tipos de conjuros podía encontrar: Vudú, maldiciones y conjuros sospechosamente peligrosos. Por un momento sintió un escalofrío inmenso y la mirada de la muñeca que parecía tener los ojos clavados en el libro. Robbie lo dejo a un lado y se dispuso a mirar a Rose por unos segundos.

Las luces parpadearon, y el frío de la habitación era cada vez peor que el que había afuera. Fue entonces cuando la muñeca cambió la dirección de sus ojos y miró fijamente a Robbie, quién se apartó del susto y cayó al piso.

Algunos de los objetos de la oficina se habían comenzado a mover; sillas, cajones que se abrían y cerraban, hojas que volaban de un lado a otro y el libro que había comenzado a cambiar de hojas. Robbie logró esquivar con suerte una pluma de fuente que iba hacía él y se quedo clavada en la pared, luego intentó tomar el collar que se había caído, pero este se movió de repente hacía abajo del estante y sin manera de sacarlo.

Se arrastro hacía el otro lado del escritorio y se cubrió de cualquier objeto que intentara atacarlo, luego se puso de pie a duras penas e intentó cerrar el libro, que aunque resultara una tarea facil, resultaba no serlo, pues el libro había tomado el peso de una roca. Tomó fuerza y a duras penas logró cerrarlo, todos los objetos habían dejado de moverse como si se tratara por arte de magia.

Fue entonces que escuchó pasos acelerados desde las escaleras, Zerek abrió la puerta y Evelyn estaba justo detrás de él. Ambos quedaron perplejos al ver el semejante desastre en la oficina de Serkins, era milagro que la muñeca hubiera permanecido intacta.

— ¡¿Pero qué demonios pasó aquí?! —preguntó confundido.

Sombras De MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora