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Al día siguiente y durante su jornada de trabajo, Robbie estuvo caminando de un lugar a otro, era sorprendente que aquel día estuviera tan lleno que parecía necesitarse más de tres empleados.

— ¡Hay demasiada comida aquí! —exclamó Rose, emocionada. —Solo hace falta darles un buen susto.

—Deja de gritar. —bramó Robbie, tenía suerte de que hubiera tanta gente que hiciera ruido y nadie lo escuchara hablar solo. —Y no comiences con tus cosas.

—Que aburrido eres. —acusó, se cruzó de brazos y flotó por el aire. Robbie bufó, y caminó entre la multitud hacía las escaleras. — ¿A dónde vas? —preguntó, pero fue totalmente ignorada por Robbie. No tuvo más elección, más que seguirlo.

La segunda planta estaba sorpresivamente más sola, pero a pesar de que Robbie tuviera a Rose a un lado, la sala siempre estaba fría, era como si Rose no fuera la única razón de la frialdad y tensión de esa sala.

— ¿Por qué siempre hace frío aquí? —cuestionó Robbie.

— ¿Pensabas que solo era yo? —inquirió Rose. — ¿Sabes? No soy lo único que liberaste cuando leíste ese libro en voz alta.

—Yo no lo leí en voz alta. —se defendió. —No soy tan tonto, tengo suficiente con un Banshee siguiendome a donde vaya.

— ¿Un qué? —bramó Rose, con una sonrisa notoriamente forzada e intentando no perder el control.

—Olvidalo. —contestó. —Como sea, necesito hablar con Serkins.

— ¿Sobre como deshacerte de un 'Banshee'? —cuestionó.

—No, sobre como hacer que te quedes quieta y guardes silencio. —aclaró.

—Jovencito... ¿Con quién estás hablando? —cuestionó Serkins, quien lo miró confuso. Robbie volteó algo nervioso, metió su mano en su bolsillo y sacó un pequeño teléfono de teclas.

—Hablaba por teléfono. —respondió y señaló el aparato. Serkins parecía no creerle, pues constantemente miraba en dirección a Rose.

—Ya veo, pasa a mi oficina por favor. —pidió. Caminó al fondo, seguido de Robbie y Rose. Al llegar, encendió las luces y se sentó en su enorme silla, mientras que pidió a Robbie que tomara asiento en la silla de enfrente.

Robbie pensaba que era un buen momento para preguntarle acerca de Rose, el libro y la muñeca que llevaba el mismo nombre que su ruidosa compañera.

—Mm... Así que leyeron ese libro. —replicó. —Y es por eso que estás libre. —dijo serio y después miró a Rose. — ¿Tienen idea de lo que hicieron?

—Juro que no lo leí señor. —aclaró Robbie.

—Lo hiciste la vez que entraste a mi oficina mientras no estaba. —recordó. —Creo que necesito saber que hacías aquí ese día.

Robbie sentía que aquel día sería el último en el que estaría trabajando en esa tienda. No tuvo más opción más que contarle todo lo sucedido ese día, y desde el momento en que la muñeca se rompió repentinamente, hasta lo ocurrido con el hombre del bombín unas semanas atrás. Serkins lo escuchaba atentamente, aunque en ocasiones pensaba que aquello que le contaba nunca sería suficiente; pues Serkins no parecía ser alguien fácil de convencer.

Sombras De MedianocheWhere stories live. Discover now