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— ¡¿Qué fue eso?! —exclamó Zerek.

— ¿El fantasma? —contestó Robbie, quien miró de reojo hacía la caja donde estaba el peluche, notando que este hacía esfuerzo por moverse.  Segundos después cayó al piso y comenzó a arrastrarse.

— ¿E- Ese peluche acaba de moverse? —dijo asustado. Robbie tomó el peluche y rápidamente fue hacía su armario, abrió una de las puertas y lo lanzó al interior.

—Te dije que pasaban cosas raras. —hizo énfasis. —Ese oso lleva tiempo moviéndose, creo que le gusta.

— ¡¿Ahora eres amigo de un fantasma?! —cuestionó. — ¡Debes estar loco!

—En realidad solo estoy acostumbrado. —aclaró Robbie y emparejó la puerta del armario. —Algunos no te atacan. —un golpe en la puerta del armario se hizo notar. —Y otros sí.

—Hm... ¿Puedes verlo? —preguntó intentando estar lo más tranquilo posible. Robbie nunca esperó que Zerek le preguntara tal cosa, pues siempre se mostró demasiado escéptico ante esos temas.

— ¿Sí? ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Curiosidad. —respondió. — ¿Cómo es?

—Zerek, ¿qué quieres saber exactamente? —cuestionó Robbie, sabía a la perfección que Zerek no preguntaría cosas con respecto a un fantasma por mera curiosidad, y por lo general, si preguntaba algo por curiosidad, quería sacar algo al respecto.

— ¡Por Dios, ¿lo sabes o no?! —protestó. —Si es así, es probable que Evelyn también; ¿No has notado lo raro que actúa?

— ¿Sí? —preguntó confuso y se separó de la puerta del armario, dejándola semi abierta. — ¿Por qué tendría que saberlo? Es más probable que este molesta.

El osito que Robbie había lanzado al armario volvió a salir, arrastrándose por el piso y llegó al pie de Robbie. Quien al darse cuenta lo pateó y volvió nuevamente al armario, esta vez Robbie cerró la puerta por completo.

—No lo creo. —afirmó. —Está así desde que Serkins le pidió que se quedara después del desastre de su oficina.

—Recuerdo eso. —dijo Robbie. — ¿Ahora me crees que no fui yo?

— ¿Crees que tengo opción? —inquirió, Robbie negó con la cabeza.

A los pocos segundos, Zerek había vuelto a su habitación y Robbie por otro lado, abrió la puerta de su armario y agarró el osito de peluche donde estaba metida la peli plateada, quien salió del mismo sobando su cabeza.

— Eso dolió. —se quejó y tomó el osito de peluche. — ¿Por qué tienes un osito de peluche entre tus cosas?

—Eso no importa. —contestó y le quitó el peluche de las manos. —Ya que no puedo alejarte, al menos dime tu nombre.

— Lo has escuchado cientos de veces. —comentó. — ¿Qué clase de pregunta es esa? Tu amiga lo sabe, el chico raro de a lado también y Serkins es más que obvio.

—En pocas palabras, tu nombre y el de la muñeca es el mismo. —afirmó.

—Que listo, ojala así hubieras sido con tu amiga. —dijo sarcástica.

—Eres igual de irritante que Zerek, ¿sabes? —acusó.

Rose comenzó a reir por lo alto dar vueltas en el aire, tenía suerte de que nadie más que Robbie le escuchara, de lo contrario cualquiera hubiera quedado aterrorizado al escuchar tal risa.

—No soy tan rara como él, ¿sabes? Hace unos días lo vi... —Robbie le interrumpió y tiró un libro "accidentalmente".

Pero para su desgracia, no se libró de aquella anécdota y Rose continuó hablando como si nada. Robbie en ese momento queria estrellar su cabeza contra la pared, pero no tuvo más opción más que escucharla sin mostrar ningún tipo de interés.

Sombras De MedianocheWhere stories live. Discover now