Capítulo 1: Sobrevivencia

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Un hombre se despertó sobresaltado, como lo hacía cada mañana, luego de una noche plagada de pesadillas que interrumpían su ya preciado y escaso descanso. A medida que se incorporaba, el eco del último grito de terror de su sueño aún resonaba en su mente, recordándole los horrores de este nuevo mundo.

Sus ojos se abrieron con pesadez y se encontraron con una visión que ya estaba demasiado acostumbrado a ver: un techo resquebrajado y el destello de la luz del sol que se filtraba por las grietas. La estructura de lo que una vez fue una casa vibrante y llena de vida estaba ahora desmoronada, igual que todo lo demás. El polvo y los escombros cubrían lo que quedaba de la habitación, creando un ambiente opresivo que apenas dejaba espacio para respirar.

Se levantó con esfuerzo de la improvisada cama, o lo que quedaba de ella. El colchón yacía en el suelo, roto y manchado por años de abandono. Sus músculos, entumecidos por la falta de movimiento, protestaron mientras se estiraba. Los sonidos articulares que emanaron de sus articulaciones eran un recordatorio constante de su lucha diaria por la supervivencia.

Era una rutina que seguía cada mañana, una rutina marcada por la necesidad de mantenerse alerta y preparado para lo que este mundo había llegado a ser. Sus sentidos se habían convertido en su principal arma para sobrevivir. Escuchar el más mínimo susurro de un depredador acechando, oler el aire en busca de signos de peligro, ver en la penumbra de la destrucción que lo rodeaba, saborear con cautela cualquier fuente de alimento y sentir con precisión la textura del terreno bajo sus pies; todas estas habilidades eran esenciales para seguir con vida.

Sin embargo, no eran solo las amenazas del mundo exterior las que atormentaban sus pensamientos. En ocasiones, los recuerdos de lo que una vez fue la civilización le acechaban como fantasmas del pasado. Recordaba las caras de amigos y familiares, ahora perdidos en el abismo de la extinción. Cerraba los ojos y veía el rostro sonriente de su hermano, el último recuerdo que tenía antes de que todo se desmoronara.

—Otro día más —susurró para sí mismo, con un tono que dejaba entrever su cansancio.

Mientras se ponía en pie, se dio cuenta de que no había sido solo un mal sueño lo que lo había despertado, sino el sonido de un aullido distante que resonaba en el aire. El aullido de un depredador en busca de su próxima presa, una cruel realidad que debía enfrentar una vez más.

Se acercó a la ventana rota y miró hacia el exterior. El paisaje que se extendía ante él era un testimonio silencioso de la caída de la humanidad. Ruinas de lo que una vez fueron ciudades vibrantes y bulliciosas se alzaban como monumentos a un pasado olvidado. El caos era la norma, y la angustia y el miedo se entrelazaban como un telón oscuro que envolvía el panorama.

Era en este mundo desolado donde había aprendido a confiar en sus sentidos como nunca antes. Cada día era una lucha por sobrevivir, y cada noche traía pesadillas que parecían arrancadas directamente de sus peores temores. La esperanza era un bien escaso, pero aún se aferraba a ella, junto con la determinación de seguir adelante.

La rutina del sujeto continuaba, una búsqueda interminable de recursos en un mundo donde la vida se sostenía en un delicado equilibrio. La extinción humana había dejado cicatrices profundas en la Tierra, pero se negaba a ser una víctima más de este nuevo orden mundial. Cada día era un desafío, pero también una oportunidad para demostrar que, incluso en la oscuridad, la humanidad podía encontrar la luz que la guiaría hacia un futuro mejor.

Se dirigió al baño con pasos lentos y apáticos, una rutina que repetía a diario en este mundo desolado. La habitación mostraba los vestigios de lo que una vez había sido una vivienda normal, con sus elementos de cerámica blanca y su retrete desgastado por el tiempo y el abandono.

Sentido MortalWhere stories live. Discover now