Capítulo 4: Encuentro

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La persona armada se encontraba en una posición tan estratégica que el hombre asumió que ya había notado su presencia desde hacía mucho. No esperaba que alguien quisiera entrar en su hogar, por las condiciones en las que estaba, pero parecía que se había equivocado.

—No hay nada que puedas robar —dejó saber el hombre al desconocido, tratando de mantener la calma. Luchaba por entender lo que estaba sucediendo; lo primero que pasaba por su mente era que era un robo, lo más común en esos tiempos.

El hombre sintió el frío metal del arma detrás de él y la incertidumbre comenzó a apoderarse de él. Trataba de mantener la calma, pero no evitaba que su corazón latiera con fuerza. Decidió seguir hablando, tal vez podría encontrar una manera de persuadir al desconocido. Estaba acorralado, indefenso y con una amenaza detrás de él.

La tensión en el ambiente era palpable, y el silencio se había vuelto opresivo. El hombre sudaba frío, intentando pensar en una manera de salir de la situación sin que nadie saliera herido. Su mente corría a mil por hora, tratando de encontrar una solución.

—¿Qué quieres? —preguntó intentando adivinar las intenciones de su captor. Pero no hubo respuesta. 

El hombre se sintió intrigado por su agresor. ¿Quién era esta persona? ¿Por qué lo estaba haciendo? Pero no había tiempo para pensar en eso ahora. Debía encontrar una manera de salir de esta situación. 

Mientras el hombre intentaba formular un plan, una pregunta detuvo sus pensamientos.

—Ni lo pienses —amenazó—. Si intentas algo, apretaré el gatillo.

El hombre se sintió aún más atrapado. Sabía que estaba en una situación difícil, pero aun así, no podía dejar de reflexionar en una manera de salir de ella. La tensión seguía aumentando en el ambiente, y el silencio solo se veía interrumpido por su respiración agitada.

Ahora sabía de quién se trataba; el tono de su voz era sutil y dejaba deducir que se trataba de una figura femenina. La mujer apuntaba con su arma al hombre, dejando claro que no estaba dispuesta a permitir que su dominio continuara. Su firmeza le advertía que era una persona decidida y que no dudaría en disparar si fuera necesario. 

El hombre se sentía amenazado por ella y quería que la situación terminara lo antes posible.

—No deberías estar aquí —dijo en un tono autoritario, tratando de recuperar algo de su poder en la situación. Se dio cuenta de que la persona detrás de él era una mujer, y su ego se vio afectado.

La chica insistía en que soltara el arma, ya que conocía de ella. No estaba dispuesta a correr ningún riesgo con alguien que tenía un arma en la mano. El hombre, a su vez, trataba de evitar cualquier tipo de conflicto y le pedía que se fuera.

—Pero ¿no me has escuchado? —preguntó la mujer, frustrada por la falta de cooperación del hombre.

—No voy a soltar el arma —respondió el hombre, mostrando su determinación y su rechazo a ser controlado por alguien más—. Solo vete, no te haré daño —propuso.

La mujer, confiada y segura de sí misma, disparó cerca de la nuca del hombre para mostrar que hablaba en serio. El ruido fuerte y repentino lo dejó aturdido, y él se dio cuenta de que no tenía otra opción que soltar su arma. De lo contrario, el próximo disparo le dejaría una cicatriz permanente en la cabeza de su ya difunto cuerpo.

—Ten cuidado con lo que haces —le aconsejó el hombre, bajando lentamente su arma.

La mujer le exigió que también soltara el arma que tenía en la espalda, demostrando que estaba al tanto de su arsenal. Aunque se sentía incómodo con la idea de estar desarmado y vulnerable frente a una extraña, el hombre sacó su arma oculta y la soltó, reconociendo que no tenía otra opción.

Sentido MortalWhere stories live. Discover now