Capítulo 11: Cambio drástico

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Ya completamente solos en la habitación, se sentía cierta tensión. A pesar de todo lo que habían pasado, les costaba trabajo hablar. Ninguno parecía querer romper el silencio por vergüenza. Quizás no conseguían la forma de hacerlo. Se sentían vulnerables después de lo que habían pasado y tal vez un poco incómodos por tener que compartir una habitación en la casa de desconocidos.

—Voy a ducharme —notificó Jack. Se sentía agotado y sucio después de todo lo que había sucedido.

La rubia asintió con una sonrisa forzada. Una vez dentro, se fijó en lo limpio que estaba el lugar. En el perfecto espejo vio nuevamente su reflejo sucio y descuidado. Sus ojos se cruzaron con una afeitadora no utilizada, que sin dudar agarró. Comenzó a rebajar su barba, aunque no se la quitó por completo, a pesar de que la sentía un poco incómoda. Con una tijera que también había allí, decidió cortarse el cabello. Luego se dirigió a la ducha, donde se bañó durante un largo rato. Se quitó toda la suciedad acumulada y sintió el agua reconfortante en su cuerpo.

Después de que Jack se encerró en el baño, Amber se quedó sola en la habitación. Sintió alivio al estar alejada de la tensión que se había creado entre ellos, pero también una sensación extraña de soledad. Observó la habitación y se dio cuenta de que todo estaba limpio y en orden, algo que le llamó la atención después de todo el caos y desorden que había pasado. Sintió agradecimiento por la pareja de ancianos que los acogió, pero también desconfianza. Se preguntó si era realmente seguro estar en esa casa y si podían confiar en ellos. Sin embargo, también sabía que no tenían muchas opciones en ese momento y decidió mantenerse alerta.

Amber bajó las escaleras con cautela, sintiendo una mezcla de agradecimiento y cautela por la hospitalidad de los ancianos. La sala de estar de la cabaña estaba iluminada por la tenue luz de una lámpara de aceite, creando un ambiente acogedor y cálido en contraste con la oscuridad del bosque afuera. La pareja de ancianos estaba sentada junto a un sofá, sus miradas concentradas en una radio antigua que no parecía funcionar.

La anciana, con una sonrisa amable, ofreció a Amber un asiento junto a ellos al verla. La preocupación era evidente en sus arrugados rostros.

—¿Cómo está Jack? —preguntó la anciana con un tono amable pero de interés.

Amber respondió con una sonrisa tranquilizadora.

—Está bien, gracias por preguntar. Se está bañando en la habitación en este momento.

El anciano intervino con amabilidad, ofreciendo su ayuda.

—Me alegra saber que está bien. Si necesitan algo, no duden en pedirlo. Estamos aquí para ayudar.

Amber asintió, agradecida por la oferta de ayuda de los ancianos. Sabía que no debían bajar la guardia, pero la hospitalidad de la pareja le brindaba cierta comodidad en medio de la incertidumbre de su situación.

Después de un tiempo, Jack salió de la habitación, vistiendo ropa limpia y fresca que Amber había encontrado previamente en el armario. Mientras se ponía la camisa, Amber entró en la habitación sin tocar. Cuando sus miradas se encontraron, ambos se sonrojaron ligeramente, conscientes de la intimidad inesperada de la situación.

Amber no podía creer lo que estaba viendo; por primera vez veía a Jack decente. Tenía el cabello arreglado, una barba cuidada y un cuerpo muy bien marcado, no solo por sus músculos, sino también por su limpieza.

—Disculpa, pensé que seguías en el baño —dijo Amber, desviando rápidamente la mirada del abdomen del hombre. Su voz sonaba ligeramente apenada por haber entrado sin previo aviso.

Jack sonrió, tratando de romper el hielo en la incómoda situación. Ambos jóvenes se miraron por un momento, reconociendo la conexión que habían formado en medio de las adversidades. La cabaña de los ancianos ofrecía un refugio temporal, y no sabían qué depararía el futuro, pero por ahora, estaban juntos y agradecidos por la ayuda inesperada que habían encontrado en esta extraña pareja de ancianos.

Sentido MortalWhere stories live. Discover now