22. Forever Winter

2.1K 122 263
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.




Mis padres bajaron del avión con pasos decididos, sus rostros serios y preocupados. Se habían adelantado a mí para asegurarse de que no hubiera nadie merodeando alrededor del aeropuerto. Para esta situación, solo me acompañaban ellos y dos miembros de mi equipo de seguridad.

Cálmate, respira. 

Al bajar del avión, sentí un peso en el estómago. Me arrepentía de haber tomado esta decisión.

Solo había deseado venir aquí para cumplir con mis compromisos laborales, y eso sería hasta agosto del próximo año.

Al entrar al automóvil, me comuniqué con Porter por teléfono. Su voz sonaba cansada y débil. Me dijo que estaba en el hospital de la ciudad, en la sala de espera. No necesitaba nada en ese momento, pero me agradeció que me preocupara por él.

Sabía que esta visita sería difícil para todos. Joe estaba gravemente enfermo, y yo tenía que enfrentarme a los recuerdos de nuestro pasado.

En ese momento, rogaba con desesperación que Dios no me abandonara en medio de esta angustiosa situación. La incertidumbre y la preocupación se apoderaban de mí, y mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba más al hospital, sin saber cómo enfrentar lo que encontraría allí.

Las nubes negras se apiñaban en el cielo, y el viento soplaba con fuerza. El asfalto estaba mojado y resbaladizo, y los faros del automóvil se reflejaban en las gotas de lluvia.

Mi mente estaba llena de pensamientos oscuros. ¿Qué me esperaba en el hospital? ¿Estaría bien? 

Intentaba calmarme, pero era imposible. Me sentía como si estuviera cayendo en un abismo sin fondo.

El automóvil se detuvo frente a la entrada del hospital. Respiré hondo y salí del vehículo.

Los pasillos estaban vacíos y silenciosos. El aire estaba cargado de un olor a desinfectante y a dolor. Las luces fluorescentes parpadean sin cesar, creando un ambiente fantasmagórico.

—Rose—escuché a Porter gritar desde la sala de espera.

Así era como solía llamarme en lugares públicos para no levantar sospechas.

Cuando me vio, se levantó de un salto y me abrazó con fuerza. Su abrazo era cálido y reconfortante, pero también me transmitía una profunda tristeza.

—¿Cómo estás?—le pregunté, aún abrazándolo. 

Era como mi hermano menor, y me dolía verlo así.

Destinos CruzadosWhere stories live. Discover now