23. Now I'm in exile

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Han pasado cuatro días que los cuáles se sintieron como una eternidad

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Han pasado cuatro días que los cuáles se sintieron como una eternidad. Cada hora, cada minuto, cada segundo era una tortura. La presión de Joe subía y bajaba sin control, como si su cuerpo estuviera luchando por mantenerse vivo. Los médicos lo intervenían constantemente, pero no parecía suficiente.

Todos nos turnábamos para cuidarlo por las noches, pero ninguno de nosotros podía dormir. Estábamos demasiado preocupados.

El tercer día, los médicos nos dieron una noticia que nos dio esperanza. Joe ya estaba respirando por su cuenta. Los médicos dijeron que era un buen signo, que significaba que su cuerpo estaba empezando a recuperarse.

Esta noche, me tocó cuidar a Joe. Una parte de mí no quería hacerlo, porque sabía que en cualquier momento él despertaría y me vería allí. Pero cedí al final ya que era mi turno de cuidarlo. 

Me senté a su lado y le tomé la mano. Su piel estaba fría y pálida. 

Mi cuerpo se sentía agotado. Necesitaba descansar de todo, pero no podía. No podía dejar de pensar en Joe, en Travis, en mi vida.

Desde aquella llamada con Travis, no había vuelto a saber de él. Le había enviado mensajes, pero ninguno parecía llegarle. De verdad que necesitaba descansar.

Cerré los ojos y me dejé caer en la silla. Intenté relajarme, necesito estar bien para todo.

No sé cuánto tiempo pasó, pero el sonido de mi alarma me despertó. Me sobresalté y me senté en la silla, con el corazón latiendo a mil por hora.  Me había quedado dormida mientras le sostenía la mano. Mi cuerpo estaba cansado y adolorido.

Apagué la alarma y me levanté de la silla. Me dirigí al baño para refrescarme. Necesitaba despejarme la cabeza antes de la ronda de médicos.

Me miré en el espejo. Tenía las ojeras marcadas y los ojos rojos. Hice lo mejor que pude con lo que tenía a la mano, pero anoche fue la primera noche en la que pude dormir relativamente bien. No la pasé tan cómoda como hubiese querido, pero al menos pude descansar un poco.

Apenas salí del baño, escuché una voz.

—Hola extraña.

Me quedé paralizada. Esa voz no era de ningún médico. Giré la cabeza y vi a Joe. Estaba abriendo los ojos con dificultad, pero pude ver su sonrisa.

Me acerqué a él rápidamente. No podía creerlo. Había despertado.

Joe intentó acariciar mi mano, pero no podía. Yo le tomé la mano y la acaricié suavemente.

—Hola extraño —le dije en un susurro—Nos has tenido a todos tan preocupados.

—¿Todos? —preguntó con voz débil.

Entendí su pregunta. Porter me había dicho que Joe había alejado a todos de su círculo de confianza. Tal vez pensaba que nadie lo vendría a buscar.

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