Prólogo

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Principios de febrero, 2024.

La sala guardó silencio en cuanto el juez entró a la corte. Todos aquellos que estaban de pie tomaron asiento, excepto los involucrados y sus abogados. Estaban listos para escuchar la sentencia.

Ninguno de los dos se atrevió a mirarse a los ojos. Mantuvieron la mirada fija hacia el frente, tratando de lidiar con las palpitaciones apresuradas de sus corazones que resonaban en sus oídos y los posibles escenarios que comenzaban a formarse en sus cabezas respecto a su futuro. Todo estaba patas arriba.

El juez tomó asiento al centro del estrado junto con dos personas más que eran magistrados del tribunal y con un asentimiento de cabeza le indicó a uno de ellos que podía hablar.

El momento por fin había llegado.

—Honorable juez, respetados miembros del jurado y presentes en la sala, hoy hemos llegado a una conclusión con respecto al acusado en este caso de intento de homicidio.

Hubo un murmullo de suspenso en la sala. La gente estaba demasiado agitada como para poder permanecer quieta por más de cinco minutos.

—¡Orden en la sala! —vociferó el juez, golpeando su mazo contra la base de madera que tenía delante para llamar la atención de los presentes—. ¡Repito! ¡Orden en la sala!

Cuando los ánimos se calmaron, el juez le indicó al magistrado que podía continuar.

—Después de examinar cuidadosamente todas las pruebas presentadas ante nosotros, el jurado ha encontrado al acusado culpable más allá de toda duda razonable.

La gente exclamó sorprendida. A pesar de que la sentencia era obvia, muchos pensaban que sucedería algo extraordinario ya que los anteriores audiencias habían sido un desastre. Sin embargo, todos estaban de acuerdo en que ese juicio sería quizás, por mucho, el más escandaloso dentro del mundo del deporte automovilístico.

El magistrado guardó silencio por unos segundos en espera de que la gente volviera a calmarse, y después de que el juez pidiera orden en la sala por segunda ocasión, continuó con el protocolo de sentencia.

—El hecho de que el acusado haya intentado quitar la vida a otra persona es un acto despreciable y no puede ser tolerado en nuestra sociedad —su tono de voz era firme y contundente—. Por eso es necesario enviar un mensaje claro de que tales acciones no serán toleradas y que aquellos que las cometan enfrentarán graves consecuencias.

»Por lo tanto, este tribunal sentencia al acusado a la pena máxima permitida por la ley. El acusado será encarcelado por un período de diez años y se le ordena recibir tratamiento para su comportamiento violento. Esperamos que esta sentencia sirva como un recordatorio a otros de que la violencia no tiene lugar en nuestra sociedad y que las consecuencias pueden ser graves y duraderas.

Cuando el magistrado terminó de hablar, ahora fue el juez quien tomó la palabra.

—¿Alguna otra solicitud?

—No, su señoría —respondió el abogado de la víctima.

—No, su señoría —respondió de igual manera el abogado del imputado, a quien se le caía la cara de vergüenza por haber perdido un juicio tan importante.

—Bien. Las partes podrán solicitar copia de  los contenidos de las carpetas digitales o de parte de ellos, lo que deberá ser acordado de conformidad en el preciso momento de su solicitud. Así lo resuelve este órgano jurisdiccional —el juez acomodó unos papeles y volvió a posar la mirada sobre ellos—. Se levanta la audiencia.

Sergio suspiró hondo, siendo reconfortado por su abogado quien posó una mano sobre su hombro para hacerle ver que no todo estaba perdido, mientras que Max, metros más adelante, agachó la cabeza con decepción.

La corte se volvió una locura después se eso. Los flashes no se hicieron esperar, captando el momento exacto de cuando el imputado era tomado del brazo por un policía para llevarlo a la prisión que lo albergaría por diez largos años.

A partir de ese momento, las vidas de ambos cambiaron para siempre.

King of the streets || Chestappen § Chewis Where stories live. Discover now